Recientemente ha desaparecido uno de los símbolos de la transición, un cronista privilegiado de lo que ha sido la España democrática, nos ha dejado, Forges. Sus dibujos y sobre todo sus diálogos han descrito la historia de un pueblo que transitaba hacia la modernidad. Con su desaparición vamos a perder un observador privilegiado. Toda una vida de genialidad, hasta la última de sus viñetas, demostrando que su autor no había perdido frescura y juventud a pesar de haber sobrepasado, holgadamente, los 70 años.

El dibujante es un ejemplo más de la vitalidad que ha acompañado a una generación que ha tenido la inmensa responsabilidad de cambiar el rumbo de este país. La mayoría de estos protagonistas han sido anónimos actores de un cambio, se han limitado a trabajar y poner su grano de arena para alcanzar un desarrollo importante en un país que partía de una situación realmente complicada. Algunos pensamos que este esfuerzo colectivo, merecería un reconocimiento público, por los logros alcanzados. En lugar de esto lo que ocurre, constantemente, es una mirada revisionista que pasa factura al tiempo pasado.

Representantes de estos mayores que actualmente se encuentran jubilados, han vuelto a cobrar visibilidad manifestándose frente al Congreso preocupados por el futuro de las pensiones. La mayor parte de los manifestados han formado parte de una generación de trabajadores que ha disfrutado de la mejor sanidad que ha tenido nunca la sociedad española, han podido llevar a sus hijos a la universidad y se han jubilado con la promesa de un sistema de garantías que les permitiría disfrutar de unos ingresos dignos en el momento de la jubilación.

Lo cierto es que la movilización está más que justificada, los últimos años han supuesto un deterioro generalizado de los sistemas públicos, especialmente se ha resentido la caja de las pensiones que ha quedado esquilmada. La situación resulta inquietante por la falta de iniciativas encaminadas a resolver este problema. A fecha de hoy ni está ni se espera ningún plan para abordar cambios en el sistema que evite la sangría de los últimos años y que garantice el futuro. La solución necesariamente tiene que venir de la mano de la política y la responsabilidad principal la tiene el Gobierno que debería de construir puentes de diálogo entre las distintas fuerzas para resolver un problema que, de momento, ha convocado a miles de personas, pero muy pronto puede comenzar a provocar situaciones dramáticas y de enorme injusticia con unos mayores que han prestado un servicio impagable al Estado y ahora corren el riesgo de quedar fuera de las mayas de protección social.