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Música callada

Como una de esas piezas pianísticas suaves, sin alardes sonoros que sin embargo se nos quedan dentro formando parte de nuestra intimidad. Esta semejanza surge ahora, cuando vuelve a hablarse de Jil Sander a raiz de la gran exposición retrospectiva que hasta bien entrado mayo estará en el Museo de Artes Decorativas de Frankfurt. Corrían los 80 y desbordaba su exuberante catarata de ampulosidad brillos y maxihombreras. En franca oposición, una joven diseñadora alemana, sin salir de su país, levantaba una bandera de rigor y depuración. Jil Sander, graduada como ingeniero textil, ponía el acento en la materia con tejidos de alta calidad, un concepto arquitectónico de su empleo en aparente simplicidad y el persistente uso del negro. No todos la entendían. Pero su estilo ganaba adeptos sin descanso. Ya habían lanzado, además de la ropa, sus líneas de gafas y de zapatos, además de la cosmética, que publicitaba con su propia imagen, ciertamente fotogénica. Pero fue, sobre todo, su manera de entender el vestuario femenino lo que extendió una influencia que se iba dejando notar crecientemente.

Fue entonces, en medio de los barroquismos ochenteros, cuando el negro se aposentó en el guardarropa de los profesionales de la moda y diseñadores, estilistas, coordinadores de desfiles, directores de tiendas y periodistas especializados se apuntaron a vestirse invariablemente de negro como si obedecieran a una misteriosa consigna. Yo visitaba entonces habitualmente la macroferia IGEDO, en Düsseldorf, y apreciaba las colecciones de Jil Sander contrapuesta a sus colegas germanos (Ella Singh, Joop, Reimar Claussen, Caren Pfleger, entre otros), algunos de los cuales insensiblemente se dejaban empapar de los conceptos puristas de Jil Sander. Que hace más de 30 años, proclamaba: «La personalidad de cada mujer debe ser realzada por la moda y no camuflada por ella. Todo lo superfluo tiene que ser eliminado para priorizar las mejores calidades de materiales y la mano de obra». Ella, mucho antes de las actuales campañas de empoderamiento y demás, quería vestir a una mujer independiente y libre. Su gusto por el negro se contagió a muchos de sus compatriotas coetáneos, alcanzando a los trajes de noche que salpicaban de negro las pasarelas sin connotaciones de ningún género como las que se han utilizado muy recientemente. Así, el entonces joven dúo de diseñadores Mirella & Michael Kramer exhibían un modelo (a la sombra evidente de Azzedine Alaïa) que podríamos llevar hoy sin cambiarle nada.

Justo es que en la hora presente, a sus 75 años, recibe Jil Sander el homenaje de esta exposición que reconoce la influencia de la autora alemana en la evolución de a moda hasta nuestros días.

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