Cuando en 1932 el entonces ministro de Obras Públicas, el socialista Indalecio Prieto, inició en Madrid un túnel ferroviario entre las estaciones de Atocha y Chamartín, encontró la cerrada oposición de los políticos de la derecha, que lo bautizaron irónicamente como el «Tubo de la risa», relacionándolo con una entonces popular atracción verbenera. Actualmente, Madrid dispone no de uno, sino de tres túneles ferroviarios, que en la jerga popular y periodística comparten el nombre genérico de «Túnel de la risa», para referirse a una infraestructura de dimensiones faraónicas.

No he podido evitar recordar este nombre cuando el pasado de semana se conoció la propuesta de la Autoridad Portuaria de Valencia de un túnel por debajo del mar. El presupuesto anunciado, hasta 600 millones, es gigantesco (¡cuántas cosas se podrían hacer con ese dinero!) pero sin duda se quedaría muy corto, con enormes sobrecostes, como suele pasar impunemente con las obras de este tipo. Se plantea un túnel a la vez para trenes y para camiones. Lo que se está diciendo es que no se tiene intención de apostar claramente por el transporte ferroviario.

Si se trata de comunicar los puertos de València y Sagunt, y la industria de La Plana, la conexión ferroviaria es ya factible, aprovechando el acceso ferroviario a los muelles de contenedores, existente desde hace más de una década. Desde la estación de mercancías de la Fuente de San Luís se podrían enviar lanzaderas cargadas de contenedores sin esperar hasta el 2025. Es un problema de gestión y eficiencia, no de construcción.

Pero además se propone una nueva carretera, separada de la V21, junto al actual corredor ferroviario, sobre la huerta recién protegida por la Llei de l´Horta. El Puerto tiene un largo historial de ignorar, ningunear, y hacer cambiar cualquier tipo de planeamiento o figura de protección (véase La Punta), para colar la solución que se le antoja, a costa del territorio y de sus habitantes.

El Ministerio de Fomento, que era completamente reacio al Acceso Norte, ahora ofrece dinero para este disparate. Dinero que no está disponible para las soluciones ferroviarias de València, ni para el transporte metropolitano. Si hay capacidad de inversión, debería apostarse por soluciones de futuro, como un bypass ferroviario de mercancías, uniendo el puerto de València con las zonas industriales y logísticas situadas entre Silla y Sagunt.

Se insinúa el recurso al capital privado para financiar la obra, aunque se reconoce que difícilmente la iniciativa privada estaría interesada. Claro, siempre se le puede garantizar riesgo cero, o el retorno de la inversión (como a las autopistas de peaje rescatadas, o el depósito de gas Castor), o beneficios asegurados a cargo del presupuesto (como a la sanidad privada).

La propuesta se intenta justificar por la anunciada ampliación norte del puerto. Pero aumentar la transferencia de contenedores entre barcos (la principal actividad, seguida por la importación, y a mucha más distancia la exportación), igual no le conviene tanto a la ciudad, ya muy perjudicada por sucesivas ampliaciones portuarias: destrucción de las playas del sur, alteración de corrientes y amenaza a playas del norte y del sur, y la grave contaminación atmosférica producida por los grandes buques y los camiones. Esta ampliación, igual que el Acceso Norte, sería un error sobre error, otra huida hacia adelante, para intentar compensar el grave error de partida: el crecimiento del puerto en los años 80 sobre las playas urbanas de València, en lugar de hacerlo en Sagunt. Ahora no tendríamos los problemas que se argumentan, de accesos, de conexión con el Corredor Mediterráneo, o con el Cantábrico.

Debería paralizarse cualquier ampliación norte en El Grau, y en todo caso plantear cualquier crecimiento futuro en Sagunt. Incluso deberían desmontarse las irresponsables ampliaciones recientes, que ahora se quieren extender para cruceros y/o megabuques, y que erosiona irreparablemente la playa de El Saler, amenazando la misma Albufera. Y reutilizar los materiales en Sagunt. Y también crear espacios logísticos suficientes y con futuro, tanto en Riba-roja como en Parc Sagunt, en lugar de obstinarse en legalizar la fallida y absurda mini-ZAL en La Punta. Pero, en un prodigio de previsión, la Autoridad Portuaria está vendiendo las mejores parcelas que tenía en Parc Sagunt.

Pensando seriamente en el historial de nuestra autoridad portuaria, el «Túnel de la risa» ya no me hace tanta gracia, porque a lo peor sí que se intenta hacer, aunque sea a un coste disparatado, y agravando todavía más los problemas de la ciudad. Si no lo paramos a tiempo.