Parece razonable que en una democracia, sistema político que se funda en el demos, el modelo de financiación o el modelo electoral, por ejemplo, se funden en la población como criterio principal, con los matices que se quiera: en las cosas del comer y el decidir lo más razonable es la igualdad entre los ciudadanos. Cuando un sistema electoral favorece descaradamente a unos frente a los otros muchos, o cuando la financiación del Estado favorece a unos y a otros perjudica, entonces pasamos de una democracia a una geocracia, donde el criterio no es el demos, sino el territorio. La España vacía necesita criterios correctores que garanticen su representación política y su viabilidad, pero la España entera necesita criterios más justamente democráticos. Una cosa es el matiz y otra la regla. He dicho y, habiéndome quedado tan pancho, diré más.

Como decía Ronsard, eres un viejo pellejo aterido, sentado junto al fuego y envuelto en mantas. Se te olvidó la nieve festiva de la infancia y el jolgorio del niño que fuiste: que cierren las escuelas y juguemos con la bestia del este.

Me encantan las listas y las clasificaciones. Con frecuencia, clasificar no sirve para nada, pero algunos no podemos evitarlo. Ahora que llegan las Fallas, por ejemplo, me gusta distinguir entre los que se quedan, los que se van y los que vienen y, entre los que se quedan, distinguir entre los que se quedan por gusto y los que lo hacen sin otro remedio. Y así, hasta que me canso. Lo curioso, en este caso, es que en estos grupos de población se da una sobreabundancia en la parte que roza el todo y, cuando llegan los días del grandísimo mogollón, los que se quedan invitaron a la familia, los que se iban no encontraron destino y los que vienen sucumbieron al efecto llamada. De resultas de ello, me jodieron la clasificación. Otrosí sucede con la lengua: también podemos distinguir entre los que hablan valenciano, los que hablan castellano y los que hablan metavalenciano. Entre los que hablan metavalenciano están quienes lo hacen en valenciano y en la academia, y entonces suelen ser filólogos; y quienes lo hacen en las trifulcas del ágora en castellano, y entonces suelen ser militantes del PP y de Ciudadanos. Esto no sirve para nada, pero ahí está, por si queda.

En el mundo de la Naturaleza, la pregunta por el «para qué» no añade nada o confusión; para todo lo demás, la pregunta es fundamental y orientadora. ¿Para qué la pena de prisión permanente revisable? ¡Para que te jodas!, o, en el mejor de los casos, para que no hagas lo que no has hecho pero podrías hacer. Además, si es permanente no es revisable; si es revisable no es permanente. Una pena.

Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar mediterránea.