La caravana de borrascas que llevamos días viendo desfilar por España son uno de los signos de que estamos entrando en la primavera meteorológica, que empieza el 1 de marzo y no coincide exactamente con la astronómica, la que arranca con el equinoccio del próximo día 20. Estas jornadas en las que tenemos cambios drásticos de la situación meteorológica en pocas horas son propias de la primavera, con un poco de todo: chubascos, algún aguacero, ratos con el cielo tan cerrado que parece que estemos en un día invernal y otros en los que el Sol brilla en medio de una atmósfera totalmente limpia por la acción del viento y la lluvia. Marzo es un mes inestable, en el que empiezan a gestarse los cambios generales que protagonizan la transición entre el invierno y el verano, una dinámica tan variable que es la que convierte esta época del año en una de las más impredecibles en lo meteorológico, atributo que comparte con abril. De ahí que las predicciones para Semana Santa sean tan complejas, especialmente en un año como éste, en el que cae a finales de marzo. Se juntan las dificultades de la predicción con las semanas de mayor demanda de información meteorológica de todo el año. Esta semana continuará circulando el tren de borrascas, que nos aboca al despiste sobre el tiempo que cabe esperar, pero que está aportando mucha agua. Es cierto que a algunas zonas del Mediterráneo llegan ya desgastadas y apenas dejan precipitación, pero sí que lo están haciendo en las zonas de cabecera de muchos ríos, que son los que nutren las reservas hídricas en los embalses. Y en las alturas queda nieve por fundirse, que también contribuirá a mejorar la situación.