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Cielo y tierra

Queremos igualdad de derechos y obligaciones para hombres y mujeres (y epicenos). Pues bien, comparemos mitologías, que diría tío Leonard. El primer antropoide que tomó una rama en llamas de un incendio tal vez era macho -tenía que acreditarse- pero hay razones e indicios para pensar que eran mujeres las encargadas de alimentar el fuego primordial, oficiar ceremonias propiciatorias, quizás pintar las cuevas y modelar la cerámica. Como esas ocho creadoras que nos enseñan en La Nau (hasta el 22 de abril) su Ceràmica en mans de dones. El primer sacerdote fue una chamana; el primer rito, el asombro ante la floración.

Incluso el delicado y sutil budismo cuando se plantea el papel de la mujer en el ascenso espiritual, pone cara de póquer (Teresa de Jesús les hizo una enmienda a la totalidad). No estaba clara, según los clásicos, su «esencia búdica», ya ves (vamos a meditar sobre eso). Jesús, seis siglos después, ya se rodea de muchas más mujeres, algunas prostitutas (en el Imperio Romano, como en Grecia, con las putas finas se podía comentar un poema de Virgilio o el último estreno de Plauto), aunque no convierte a ninguna en apóstol (excusa que funda la negativa del Vaticano a ordenar mujeres). De haberlo hecho, a Jesús le habrían apedreado hasta morir, empezando por su pueblo. Evitar la lapidación de la adúltera no fue sólo un acto de misericordia, sino una nueva ley, un paso hacia la mujer como sujeto, no como borrico al que se puede moler a palos si sale un poco desobediente.

Desde el Paleolítico se multiplican las Venus y deidades agrícolas y en los murales de Knossos (o en la Penélope de Homero), las mujeres parecen mostrarse con una desenvoltura irrestricta. Ya no será más así: se ha producido la invasión doria y aquellos rubitos, hermosos como dioses, también le quiebran la pata a la señora: para que te fíes de los suecos. Como los patriarcas de la Biblia que también impregnan el magisterio coránico y cristiano. Esta es mi brújula de boy scout. Para abordar la crítica de la tierra hay que empezar por la crítica del cielo (Octavio Paz).

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