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La respuesta es Escolano

Rajoy, debilitado y sin presupuestos por la crisis catalana, opta por el estatu quo y rehuye una amplia crisis de gobierno

Quizás Mariano Rajoy sea incombustible. Lo sucedido a lo largo del 2016, cuando aguantó largos meses sin ser investido, podría atestiguarlo. Pero lo seguro es que él se siente incombustible. O que, como mínimo, cree que aparentarlo es condición esencial para serlo. Sólo así se entiende que la respuesta a la crisis de credibilidad tras las elecciones catalanas de diciembre del 2017 haya sido el relevo de Luis de Guindos -forzado por su paso al BCE- por Román Escolano, vicepresidente del Banco Europeo de Inversiones, gracias a Guindos, y un economista cualificado sin relevancia política. Pese a haber estado en los equipos económicos del PP, con José María Aznar y con Rajoy.

El presidente del Gobierno se enfrenta a una pérdida de la imagen de estabilidad lograda en el 2017, a una mayor soledad política y a un desplome en las encuestas y la respuesta -aparte de un ligero incremento en sus apariciones públicas- no es la de una amplia crisis de su gabinete, que no sale bien valorado en las encuestas, para intentar un relanzamiento político. No, releva a Guindos por un Guindos bis y se queda tan pancho. ¿Se cree seguro o piensa que sus contrincantes -Albert Rivera y Pedro Sánchez- se desgastarán más rápido por la regla Andreotti de que el poder desgasta a quien no lo tiene? ¿Acierta, al no reaccionar y aparentar impasibilidad o, por el contrario, estamos ante una clara muestra de agotamiento político? A primera vista se equivoca.

Las elecciones catalanas arrojaron para él tres consecuencias peligrosas. La primera, que el PP se convirtió en el último partido catalán -por debajo de las CUP- y cayó de 11 a 4 diputados mientras su competidor en el centro-derecha, Ciudadanos, emergía como el primero y saltaba de 25 a 36 escaños. La segunda, que el independentismo conservó la mayoría absoluta, por lo que el foco de inestabilidad sigue abierto y puede durar. Y la tercera, que el PNV no le puede votar los presupuestos del 2018 mientras el artículo 155 siga vigente en Cataluña. Querría, pero prioriza su propia estabilidad.

Y sin presupuestos, la imagen del Gobierno sufre. Estamos ante un Ejecutivo en minoría y dependiente de su aliado y competidor, Cs, cuya imagen se ha reforzado. Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría y Xavier García Albiol (¡qué error -o indolencia- haberlo mantenido como líder del PPC!) perdieron en Cataluña mientras que Albert Rivera e Inés Arrimadas salieron con imagen más joven y ganadora. ¿Es Cs una alternativa más moderna, que supera al PP en dos frentes decisivos, la apertura al centro y, al mismo tiempo, la efectividad españolista?

Está por ver. Pero varias encuestas -menos la del CIS, más las de los medios privados- parecen indicarlo. La última es la de El Confidencial de esta semana que da a Ciudadanos una estimación de voto del 28,5 % (13 % en las últimas generales) mientras que el PP, que en el 2016 tuvo el 33 % del voto cae hasta el 21,4 %. Un desplome de 12 puntos que deja al partido tradicional de la derecha en tercera posición, ya que el PSOE apenas baja y queda una décima por encima del PP.

Y este panorama demoscópico aumenta la distancia entre Rivera, el político más valorado con una nota de 5, y Rajoy que con un 3,2 se queda a bastante distancia de ánchez (4,3) pero por encima de Pablo Iglesias (3,1). Y la tensión tenderá a subir. Tanto si Rivera peca de impaciencia al atacar el PP o lo hace porque teme resultar ligado y atrapado a un partido en pérdida de gas. En la encuesta de El Confidencial, la corrupción es el primer problema de los españoles mientras que las pensiones -que subirán este año un 0,25 %- emergen como el tercer problema en un clima de bonanza económica en el que la gente va perdiendo el miedo y resurge la exigencia de reparto. ¿Y de lo mío qué?

Y si Rivera deja de bloquear la reforma de la ley de seguridad ciudadana, Pedro Sánchez se siente impelido a tomar todavía más distancias y a abandonar, como ha hecho esta semana, la comisión para la reforma educativa y exigir que las pensiones (los jubilados son el granero de los votos del PP) no suban el 0,25 %, sino que lo hagan lo mismo que el IPC. Y la sensación de que la legislatura está agotada y que todo el mundo empieza a disparar de cara a las municipales, autonómicas y europeas de dentro de un año se incrementa.

Rajoy no se inmuta. Mantiene su Gobierno y coopta a Escolano.

¿Cataclismo en Italia?

Había advertido que para la propia Italia y para la UE, las elecciones del pasado domingo eran una frontera difícil. Se sabía que el populismo de la Liga Norte, encuadrada en la coalición derechista de Silvio Berlusconi, y el del Movimiento Cinco Estrellas (5E) estaban en ascenso. Se confiaba en que, aunque el populismo subiera y los resultados fueran malos, siempre habría el recurso a una alianza de Belusconi con el Partido Democrático (PD, socialdemócrata) de Matteo Renzi, actualmente en el poder con Paulo Gentiloni, un político apreciado, como primer ministro.

Pero el escrutinio ha dado a los partidos antieuropeos, contrarios a los extranjeros (Italia ha recibido 600.000 inmigrantes en los tres últimos años), una fuerza superior a la temida. El Movimiento 5E, con un 32 % del voto y con su promesa de renta universal, ha logrado la confianza de los sectores menos favorecidos, especialmente en el sur, y se ha convertido en el primer partido de Italia.

La coalición de derechas de Berlusconi, la Liga y Hermanos de Italia le ha superado en voto pero la sorpresa ha sido que la Liga de Matteo Salvini (18 %) ha quedado por encima de Berlusconi (14 %). Y el PD, que no ha gobernado mal y que era la única fuerza europeísta, ha tenido un resultado (inferior al 20%), por debajo del esperado. Además, ninguno de los tres bloques tiene mayoría suficiente para gobernar y los pactos serán todo menos fáciles. Es por ello que el parisino «Le Monde» no dudó en titular: «Cataclismo en Italia».

Las negociaciones serán largas y difíciles y la influencia de los antieuropeos aumentará. Hay cuatro posibilidades. Primera, un pacto entre el Movimiento 5E, que con su candidato Luigi di Maio ha moderado el extremismo de Beppe Grillo, y el PD. Difícil porque Renzi se opone y, pese a haber dimitido por los malos resultados, conserva influencia. Segunda, un gobierno de la coalición de derechas que tendría que ser apoyada al menos por una parte del Partido Democratico. Quizás todavía más difícil porque Salvini (Liga), al que en virtud del acuerdo de coalición le correspondería ser primer ministro, despierta animadversión. Ha pasado de hacer demagogia contra el perezoso sur y Roma la ladrona, a vapulear al euro y a los tecnócratas de Bruselas. Tercera, la peor de la peor, la coalición populista 5E, Liga, Hermanos de Italia, que suma más de un 55% del voto y que es el terror europeo, pero que será muy complicada por las incompatibilidades entre la Liga y 5E.

Por último, tampoco se puede descartar que Sergio Matarella, el presidente de la República que tendrá poder arbitral, acabe instando un Gobierno provisional de unión nacional para intentar cambiar la ley electoral e ir después a nuevas elecciones.

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