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Cabalgar la carne

El nuevo Premi d´Honor de les Lletres Catalanes, con perdón, el gran Quim Monzó, hombre de notable claridad con su poquito de mala leche, este hombre, digo, rastreaba en su columna la misteriosa desaparición del adjetivo «trabajadora» del ocho de marzo, Día de la Mujer celebrado en este país con abundante cosecha para la causa. En estos últimos tiempos la erupción efusiva de la mujer ha lanzado, como los materiales del volcán, varias señales superpuestas: protesta contra la violencia machista, resistencia al acoso del #MeToo, denuncia de la brecha salarial.

Estos levantamientos, todos legítimos, no conviene confundirlos, aunque lleguen mezclados, pues detecto que la parte más publicitada de la protesta no cae del lado de las camareras de piso y las cajeras del súper. Ni siquiera de las funcionarias civiles para quienes no hay, como para policías y guardias civiles, esos aumentos, a tres años, de entre 500 y 700 euros, las uniformadas también. La parte más visible, que es la que le da glamour a un Telediario, atañe a las divas de Hollywood maqueadas con un vestido de Chanel con una raja hasta la ingle, un vestido de 6000 dólares (con zapatos a juego). A las periodistas que quieren, además, dirigir el periódico y a las catedráticas que quieren ser rectoras (Mavi Mestre ya lo ha conseguido en la UV).

Lo celebro. He conocido a tantos tarugos con mando que no me extrañaría que lo hicieran mejor. Pero es poco probable que este mundo deje de ser un lugar de injusticias y un aforismo budista define mejor que un tocho sociológico de mil páginas, en que consisten las cadenas de la dominación: «Dominar la carne, cabalgar la carne, desgarrar la carne, comer la carne» (más o menos). Sí, sería estupendo hacer una carrera de gran estrella sin que el productor se permitiera atentar contra tu libertad de elección sexual. Aún sería mejor que tú no viciaras la elección con un cálculo de riesgos y concesiones, pero eso, queridos, queridas, es poco probable y, en todo caso, un mundo de tentaciones es muy preferible a otro sin ellas. Otro día, las currantas.

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