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La gota de agua

Por qué ahora?, se preguntan los ministros y los portavoces y los subsecretarios. ¿Por qué ahora las manifestaciones de los jubilados? ¿Por qué ahora las reivindicaciones feministas? ¿Por qué ahora la nieve, el frío, la lluvia? ¿Por qué los temporales? Los ministros y los portavoces se levantan perplejos cada día. No puede ser una casualidad, se dicen frente al mismo espejo, espejito, del cuarto de baño para el que hasta hace nada eran los más bellos del universo. No se resignan a que las cosas sucedan cuando suceden, en vez de cuando a ellos les viene bien. De ahí el delirio de persecución que muestran frente a las cámaras de la tele. ¿Por qué ahora? ¿Quién impulsa toda esta confusión? ¿Quiénes están detrás de todas estas movilizaciones? Para algún obispo, es el diablo. Las mujeres, asegura el de San Sebastián, llevan el demonio dentro.

Pero los portavoces no pueden decir eso sin caer en el ridículo. A los obispos, en cambio, el ridículo les sienta bien. He ahí un misterio. Pasa lo mismo con la ropa: la que a uno le hace más joven al otro le envejece. Pero por qué ahora, si descartamos la intervención del diablo. Eso es lo que se pregunta uno: ¿Por qué suceden las cosas? ¿Por qué la ministra Báñez envía a los pensionistas una carta que parece dictada por Luzbel? ¿Tendrá el demonio dentro? Repasas esa carta una y otra vez buscándole el sentido común o la sindéresis y solo encuentras un sarcasmo completamente fuera de lugar. El sarcasmo, cuando uno no tiene para encender la calefacción, da mucha rabia, le entran a uno ganas de salir a la calle. ¿Por qué ahora? Quizá porque en la calle, al lado de los otros humillados, se siente más calor que en el cuarto de estar. A propósito: ¿Por qué al gobernador del Banco de España le molesta que los viejos tengan una casa propia?

«No entremos en eso», respondió Rajoy al periodista que le preguntaba por la brecha salarial. A lo mejor ese no entrar es la respuesta al «por qué ahora». Pero no, tampoco, no hay una respuesta única al malestar generalizado que ha cogido por sorpresa a los ministros y a los portavoces y a los subsecretarios. Aunque quizá sí: la de la gota de agua que rebosa el vaso. Hay lugares comunes que explican excepcionalmente la realidad.

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