Como siempre, desde la distancia, el día de después, se ven las cosas con mejor perspectiva. Lo que pasó la semana pasada fue diferente. Lo notásteis, seguro. Sin embargo, algunos se obstinan en negarlo. Hasta el moño de ver cómo en algunos discursos de políticos, de expertos, de la sociedad civil, se pierde la energía en cosas como qué es ser feminista o no, hacer una valoración de los hechos absolutamente superficial, discernir si ha habido una politización.
¿Qué es ser feminista? ¿Y qué si lo soy, si lo somos, si lo son? De repente, ser o no ser feminista se ha convertido en una cuestión que posiciona a la mujer directamente en un plano de individuo extremista, intolerante, incómodo para la sociedad. ¿A quién se le ocurrió relacionar el feminismo con estos conceptos negativos? A mi se me ocurren algunas teorías. En su momento, se definió como feminista el movimiento que llevaron adelante las mujeres en el siglo XVIII para conseguir el derecho de voto, el sufragismo; pero nació como algo mucho más amplio, siempre con el objetivo de conquistar derechos, ni más ni menos que los mismos que sus compañeros masculinos. No me parece que esto tenga nada de extremista. De hecho si consultamos en la RAE, la idea principal del concepto es la de la igualdad de derecho.
Lo que ocurrió la semana pasada fue diferente y quien no se haya dado cuenta todavía está llegando tarde. Sobre todo, la clase política no debería darse el lujo de pasarlo por alto porque en ellareside el poder para responder como toca, un poder dado por las que salieron a la calle a reivindicar justicia.
Responder reafirmando lo que ya sabemos, cuáles son los problemas a los que nos enfrentamos (brecha salarial, conciliación, violencia machista) era suficiente antes, ahora ya no basta. Hacer la vista gorda no es otra cosa que escurrir el bulto en un tema que clama por ser reconocido como lo que es, una revolución. Se debería responder con hechos, con actos, con propuestas, con normas, con leyes; poner el foco en conseguir herramientas que lleven a la mujer al sitio que le corresponde. Un sitio en el que no se la discrimine sin razón, se la infravalore, se la explote o se la asesine.
