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Yo fracciono, tú fraccionas, nosotros fraccionamos

La ciudadanía cada día más a lo suyo y mucho más alejada de los partidos políticos, de las partidas políticas propias de cada uno, y Dios en la de todos. Gürtel comenzó así. Yo fracciono por aquí, tu fraccionas por allá, nosotros fraccionamos por todos lados. Y ese lodazal enfangó al Partido Popular durante mucho tiempo y los ciudadanos actuaron democráticamente retirándole prácticamente todo el poder municipal, provincial y autonómico en nuestra comunidad. El gobierno del cambio, el cambio del gobierno se las prometía mucho más feliz en la crítica diaria y, en ocasiones, poco afortunada contra un PP adormecido y sin iniciativas que poco a poco ha despertado de su siesta del fauno.

Pero, de pronto, Pere Fuset es investigado por presunto fraccionamiento de contratos en el Ayuntamiento de València. Su futuro político es nulo, pese al silencio del alcalde Joan Ribó, de Sandra Gómez y de Compromís.

El PSPV no sabe como quitarse del medio al alcalde de Alicante. Hay que recordar que gobierna la ciudad con seis concejales y el nulo apoyo de Compromís o cualquier otro grupo municipal. Se dice que el caso en nada emula al de Sonia Castedo, pero hay que recordar que la muy poderosa alcaldesa popular al final dimitió, ciertamente que a su modo y manera, en tiempos de Alberto Fabra y gobernaba la ciudad con mayoría absoluta. Alguien tendría que mirar para la bella ciudad de la Explanada de España.

La propia Vicepresidencia de la Generalitat está en entredicho por las denuncias admitidas a trámite por la Fiscalía a instancias del PP por asunto similar.

Se podrá criticar con el denuedo y fuerza necesaria la presunta estrategia del PP de acosar con denuncias judiciales la gestión del Botànic por aquello de disipar en parte su calvario judicial pendiente -aunque pienso que ya ha saldado electoralmente hablando- y quebrarle las piernas con una plúmbea dialéctica de misiles de crucero. Pero hay un hecho incontrovertible: si la Fiscalía inicia trámites indagatorios respecto a la dudosa parcelación de contratos por partes de la actual administración autonómica y municipal, y además hay un concejal de Compromís, Fuset, bajo escrutinio judicial por tales prácticas, es obvio que alguna objetividad tendrán las tales y no serán meramente virtuales. Y eso es lo que me parece tan serio y grave porque mina la confianza de quienes legitimamente votaron cambio político en la Comunitat Valenciana y aquellos que al hacerlo debieron creer de buena fe, supongo, en las virtudes de la nueva política y su nuevo discurso de la trasparencia, la honestidad, el rescate de personas y demás ditirambos a lo prometeico y ciertamente elegiaco de la nueva administración valenciana.

No seré yo quien prejuzgue lo que ya será objeto de tal en los momentos oportunos. Pero sí digo, alto y claro, que por este camino se siembra un profundo desprestigio no ya de la clase política, ciertamente ya hoy arruinada para años en España y en la Comunitat Valenciana, sino de la democracia misma. Y se dirá por parte de quien corresponda acusando de ello al PP: es lo que pretenden. Y puede que en parte sea así, pero concédaseme el verificar que, amén de espureas pretensiones partidarias, también parece haberse horneado un pastel muy bien conocido.

Yo fracciono, tú fraccionas, nosotros fraccionamos y mientras la ciudadanía paga impuestos, ve como sus esperanzas en la renovación política y social de los partidos y de la democracia misma se van por el sumidero de su historia vivida y cotidiana y que los valedores del cambio, la política contra la caspa, la casta y el embudo hacen propias tamañas costumbres solariegas enraizadas en lo más profundo de nuestra piel de toro.

Ustedes verán. Todos ustedes verán. Pero lo cierto es que el clima político está cada día más enrarecido, menos creíble y más lejano de devolver alguna esperanza a una ciudanía ahíta de escándalos y a la que ya no importa quién los protagonice ni en qué cuantía. Sálvenos la razón de la utopía, del lugar que no hay, del mito inexistente e inalcanzable. Y líbrenos el buen sentido de la distopía, el mal lugar, el mal mundo, tan familiar, tan a la mano, tan paralizantes, estéril y socialmente letal.

Los españoles y los valencianos merecen decencia pública. Y ejemplaridad política. Si antes algunos la perdieron, hoy otros comienzan una rapidísima imitación de comportamientos. Y así no vamos a puerto alguno razonable; al contrario, veremos zozobrar la nave más frágil en la vida pública y en el contrato social, la inestimable confianza en las instituciones y en las personas. Y ello es el germen de todo populismo y la quiebra progresiva del pacto democrático.

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