Desde el origen de las Fallas de València, una de sus principales finalidades ha sido, es y debería seguir siendo la expresión plena de libertad con ingenio, creatividad y destreza. Sin duda el período más difícil -o más bien un auténtico reto- para poner en práctica este ejercicio fue el de la dictadura militar franquista entre 1939 y 1975. Sin embargo, las Fallas fueron uno de los escasos ejemplos palpables que burlaron con valentía al régimen que aplastó la legitimidad democrática otorgada por el pueblo el 14 de abril de 1931. Así pues, esta incomparable fiesta, declarada hoy Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, custodia en su memoria uno de los más valiosos testimonios de resistencia de la libertad durante la dictadura.

Resistencia que abarca muchos aspectos, pero principalmente dos: la libertad artística y la defensa de la lengua valenciana. A estas dos cuestiones debemos gratitud eterna a las Fallas, pues gracias a ellas el pueblo pudo sentir y disfrutar cada año de aquel período gris, de la riqueza del color democrático que trajo la República española. Y digo color y República, porque las Fallas acogieron a los artistas: escultores, pintores, diseñadores gráficos€ que dieron color y vanguardia durante la II República. Las Fallas fue un auténtico refugio de resistencia de la libertad para todos aquellos intelectuales que los valencianos ya conocían, pues habían traído la modernidad artística a la ciudad. Modernidad que gracias a las Fallas se prolongará en el tiempo, desde los propios monumentos hasta todo el rico repertorio gráfico que ilustra la fiesta, como son los llibrets de las fallas o los carteles que las anuncian.

Uno de estos ejemplos se publicó en la revista fallera Pensat i Fet de 1958, por cierto, revista fundada en 1912 y que fiel a su origen, publicó siempre íntegramente en valenciano, desafiando así las propias normas del régimen franquista. La portada de ese año la ilustró Peris Aragó, pintor e ilustrador gráfico de Alboraia, que en ese momento, además de ser conocido por sus espectaculares cuadros realistas y carteles de cine, también lo era por el compromiso que tuvo con la legalidad republicana, con la que colaboró con su pincel para el diseño de varios carteles que formaron parte de la cultura visual valenciana durante la Guerra Civil, destacando principalmente dos: «¡No pasarán! Dice Valencia€ y lo cumplirá» y «Unidad de acción significa el triunfo de la libertad» y que conserva la Universitat de València.

En el interior de este ejemplar de Pensat i Fet, prácticamente como colofón del mismo y en cierta manera disimulado entre otras dos noticias, se publicó una breve crónica pero de gran significación histórica -por las circunstancias antes narradas- en homenaje al escritor y político valenciano Maximilià Thous i Llorens, a causa de su muerte un año antes. En ella se elogia la obra del poeta nacido en València en 1900, pero también a su persona como un «valencià sense trampes i sense egoïsmes».

Una vez más, las Fallas fueron el medio para burlar la censura franquista, homenajeando con riesgo y valentía nada menos que a Thous, fundador del Partido Valencianista de Izquierda en 1935 y signatario de les Normes de Castelló. Y por ello, fue condenado tras la caída de la República permaneciendo dos años y medio en la cárcel Modelo de València, siendo arrestado varias veces tras su puesta en libertad por la policía franquista, de la que sufrió constantes agresiones, represalia a la que estuvieron sometidos muchos otros como también nos dejó en testimonio el escultor Vicent Beltrán Grimal, juzgado por hacer la Alegoría de la República del Ajuntament de València.

Dicho esto, se puede comprender la valentía con la que actuó en este caso la dirección de Pensat i Fet para que no cayese en el olvido la memoria de Maximilià Thous. De hecho, y para evitar persecuciones particulares, el artículo lo firmó la propia redacción de la revista, sin dar nombres ni apellidos. Pero aún más llamativo es la imagen que acompañó la crónica, un retrato a carbón del propio Thous, pues una fotografía hubiese sido mucho más provocadora, incluso delictiva. Retrato que tampoco fue seleccionado por azar, sino con todo el sentido que despierta la imaginación cuando combate a la censura. Así pues, se decidió usar el retrato que le hizo Luis Dubón, otro pintor valenciano comprometido con la causa republicana, pero para lamento de todo intento de persecución contra Dubón, había fallecido unos años antes.

En resumen, Pensat i Fet, del mismo modo que la mayoría de las publicaciones falleras, continuó por un lado, publicando los diseños gráficos de los artistas comprometidos con la República, prolongando así la modernidad artística republicana durante el periodo de la dictadura. Y por otro lado, transmitiendo crónicas en valenciano, en crítica a actuaciones injustas del momento, así como homenajes a intelectuales republicanos como es el ejemplo de Thous Llorens.

Gracias a las Fallas se prolongó el espíritu de la libertad después de 1939.