Un buen día se me ocurrió profundizar en el significado de la palabra friki, escrita con k por recomendación de la RAE. Se trata de un vocablo procedente del adjetivo inglés freaky que se aplica a personas extravagantes o estrafalarias. En un principio se usó para denominar a quienes tenían anomalías físicas. Sociológicamente se define como friki a aquel que tiene gustos y aficiones poco comunes y que se desentiende de los intereses de la mayoría. Con espanto, al leer esta última idea, empecé a barruntar la suposición de que yo mismo es posible que sea un friki, en versión latina rara avis y en japonés un otaku.

En esta suciedad que nos anega me sigue gustando leer los libros en papel, acudo anualmente a la Feria del Libro Antiguo de Ocasión y a la Feria del Libro de Valencia. No pierdo el tiempo con programas basura. Soy desde niño seguidor del Valencia CF, reconozco que el Madrid y el Barça me cansan; no me importa lo más mínimo si Ronaldo estornudó en un entrenamiento o si Messi bromeó con su primo. Sigo comprando habitualmente el periódico para estar informado. Me encanta escuchar la radio. Disfruto hablando cara a cara con la gente o escuchando su voz. No soporto los wasaps de grupo, ya que sus conversaciones me parecen en muchas ocasiones diálogos de besugos. En ellos se establecen desquiciados intercambios de saludos con interlocutores que se enzarzan en chácharas ridículas carentes de coherencia discursiva. Los malentendidos están a la orden del día y la comunicación se deshumaniza. Quién le hubiera dicho a Armando Matías cuando fundó la sección Diálogos para besugos en la revista El DDT, en 1951, que su sección se convertiría en un modelo comunicativo de masas. La verdad es que envidio a mi amigo Germán, la única persona que conozco que no tiene WhatsApp.

A mis alumnos les incito a que lean y escriban. Me gusta la lectura en voz alta en la clase. Puede que esté desfasado, pero no comulgo con los que reducen el proceso comunicativo a un tuit de 140 caracteres. En las redacciones que les pido a mis pobres estudiantes les exijo al menos 500 palabras, algunos piensan que los maltrato.

Siguiendo con mi frikismo, recientemente, gracias a los Reyes Magos, he recuperado la emoción de escuchar música en el tocadiscos. Los discos de mi padre y los de mi adolescencia están siendo desempolvados. Con gran asombro he recuperado calidad musical en Elton John, David Bowie, Paul McCartney o los Bee Gees. Me encanta ir al cine. Nunca he sabido ni he pretendido aprender a bajarme ilegalmente la música de internet, ni las películas, ni los libros. No me gusta robar el trabajo de otros como no me gustaría que me lo hicieran a mí.

Siempre me ha preocupado España como país y mi tierra valenciana. Me encanta la cultura autóctona, las fiestas y tradiciones. Pienso que un pacto nacional educativo sería buenísimo para todos. No me incomodan los creyentes ni los no creyentes. Tengo interés por la política y no pienso que todo el mundo sea corrupto. Creo que la poesía y la filosofía son mejores medicinas que el Prozac. Acudo a los bares de pueblo a tomarme un cortado o una cerveza; por suerte, la gente no se puede bajar de internet las consumiciones. Definitivamente creo que soy un friki aunque no sea un seguidor empedernido de La guerra de las galaxias.