«Ara ens es difícil caminar/i parlar despreocupadament,/perque algú ens podria afalconar/des d´una eterna suspicàcia». Emili Rodríguez Bernabeu (1972)

En la película Los archivos del Pentágono, se lo dice varias veces Ben Bradlee a Katherine Graham, redactor y editora, respectivamente, de TheWashington Post: «Hay que publicar para que no se prohíba publicar». Un artículo que publiqué en este periódico, sobre las Cámaras de Comercio, ha suscitado polémica -seguimiento por parte de Jordi Cuenca en las páginas de Levante-EMV- y posteriores aclaraciones. Alude al reconocimiento de deuda (1.740.000 euros y no 1.800.000 que se dijo al pleno) y a su condonación parcial de la Cámara de Comercio de Valencia para con el Consejo cameral de la Comunitat Valenciana. Dos entidades de naturaleza jurídica distinta. Se ha querido hacer ver que estas operaciones habían sido aprobadas por el pleno de la institución, cuando no es así. Y no fueron aprobadas porque no podían serlo. Únicamente se dieron a conocer al pleno -órgano cardinal de gobierno de la entidad- aunque con cifras que diferían en su importe del realmente ejecutado.

Difusos. Cuando se informó al pleno, el 15 de junio de 2015, no se aclaró desde cuándo se arrastraba la deuda, ni la fecha de reconocimiento de la misma, con renuncia a los intereses. Tampoco se fijó el momento en que se había condonado una cantidad, que allí se cifró en 300.000 euros y que finalmente parece ser de 260.000. Se entendió que se trataba de hechos consumados de antemano y nunca se explicó su justificación. Con sensatez no se solicitó la conformidad del pleno. Cuestiones de esta envergadura, habrían de figurar en el orden del día de aquella sesión -con la documentación correspondiente- previamente a su aprobación. No se propuso a los vocales. Más tarde, en conversación informal, pedí al presidente, José Vicente Morata, que me explicara las razones de la deuda y de la quita. No recibí respuesta.

Procedimientos. No se trata del seguimiento del dinero de la institución. Hay que suponer que se le da el destino adecuado. La Sindicatura de Comptes tiene la palabra. Sí deploro la barahúnda en los procedimientos. Son esenciales para la transparencia democrática. De ellos dependen los principios de actuación en una corporación de derecho público. No es serio ni aceptable que los miembros del Pleno de la Cámara de Valencia hayan conocido las razones y los importes reales de la deuda y de su condonación parcial por informaciones publicadas en este periódico. Dos años y medio después de haber sido trasladado su conocimiento a la asamblea. A consecuencia de la referencia tangencial en un artículo. Escrito para reivindicar unas instituciones empresariales que se alejan de sus fines fundacionales. Lo que dejen de hacer las Cámaras para las pequeñas y medianas empresas -las eternas damnificadas-no lo hará nadie. Porque no pueden, ni saben, ni quieren. Ni las patronales ni los lobbies ni las administraciones públicas. Las Cámaras tienen dos facetas. La burocrática y la creativa. Esta última, fundamental y arrumbada, les proporciona sentido y dimensión singular.

Vía marítima. En otro artículo, más reciente, aplaudía la iniciativa de ubicar el Museo Sorolla -su época y su ambiente- en el Edificio del Reloj del puerto. Parece inconcebible que la Autoridad Portuaria de València, que preside Aurelio Martínez ( PSPV), se resista a acoger en sus instalaciones un hito que situaría al Marítim, a la ciudad y al País Valenciano -que existe- en el ranking mundial de reconocimiento a un pintor autóctono con proyección universal. Se esgrime la excusa de que la APV necesita este edificio para las reuniones del consejo de Administración y la falacia de que la humedad ambiental dañaría las pinturas expuestas. De ser así, los responsables de los museos venecianos habrían sido zoquetes durante siglos. La decisión depende de tres consejos: el de la APV (con mayoría estatal), el de Puertos del Estado y el de ministros; el Gobierno de Mariano Rajoy tiene la última palabra para desafectar el edificio. La apuesta museística cuenta con el respaldo de Generalitat y Ayuntamiento.

Acceso norte. Se ha interpuesto el mítico acceso norte al puerto de València, cuyo proyecto inicial de viabilidad, serio y documentado, se hizo en la Cámara de Comercio de Valencia en 1990. Ha estado permanentemente en la agenda de la comunidad empresarial portuaria. Ahora se baraja el futurista túnel subacuático. En este desencuentro se han perdido 28 años entre ineficiencia y necedad. La Cámara de Comercio (y Navegación) tendrá algo que decir. El Ministerio de Fomento de Íñigo de la Serna (PP) es quien manda en el Puerto de València -Ximo Puig sólo nombra al presidente- y en la ciudad, el gobierno de la Nau que preside Joan Ribó (Compromís, PSPV, Podemos). Veremos hasta dónde llega la cicatería política.