Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Delicias turcas

El Estado español, o sea la marca España, no sale últimamente muy bien parada de sus comparecencias ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. No le zarandean tanto como los tribunales ordinarios a Sito Miñanco y el clan de los Charlines, pero bordea peligrosamente el suspenso, o como decía Josemari Aznar, el «cero patatero». Ahora, Europa ha dicho que no procede meter en la cárcel a dos independentista de Girona que quemaron una foto del rey. Que se tranquilicen los fetichistas de cualquier signo y devotos del tótem y tabú: el acto más fallero de todos es pitar la Marcha de Granaderos en la cremà, acción a cargo de fervorosos españolistas en otras y variadas circunstancias.

En Estados Unidos, nuestro modelo, uno quema banderas (y las planta en el porche) con la misma naturalidad con que se le echa alpiste al canario. Es un acto de protesta, a menudo a cargo de patriotas insobornables. Lo mismo ocurrió con las llamadas a la lucha armada, cuando había grupos armados. Los Black Panthers no fueron aniquilados por repartir panfletos, sino por hacer lo que ponían en las octavillas. La distancia que va del dicho al hecho. Esta condena a España se suma a otras por torturas a detenidos, trato infamante a personas sin papeles o (falta de) reconocimiento a las víctimas del franquismo.

Sí, queridos, en esas estamos. De la tortura ya escribió Fernando Aramburu en Patria con una prosa magnífica y musical. Del trato a las víctimas del 11M o a los muertos en las cunetas, me remito a los balbuceos humanoides de Rafael Hernando o a las risitas que se echaron en sede parlamentaria y ante Pilar Manjón dos majaderos como Eduardo Zaplana y Vicente Martínez Pujalte. Y seguimos condenando a raperos y cómicos mediante el alargamiento en frío del «delito de odio» o de la «apología del terrorismo», incluso cuando ya no quedan grupos armados para recoger la invitación. Es lo que tiene improvisar una democracia con dos considerandos, media docena de edictos y un sonoro preámbulo venido de la Escolástica, todo bien grapado: que a Mariano Rajoy se le pone la jeta del turco Erdogan.

Compartir el artículo

stats