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Matar a un hombre no es defender una doctrina

Sebastian Castellion fue un gran humanista francés del siglo XVI que vivió, durante una parte de su vida, en una extrema pobreza y pasó múltiples penalidades por tener unas ideas que no concordaban con las de los pensadores religiosos del momento. Defendía algo extraño para la época, que ningún hereje merece morir por sus ideas religiosas. Definía a los herejes como «aquellos que no están de acuerdo con nuestra opinión». Defendió al español Miguel Servet cuando fue condenado por sus ideas religiosas. Denunció todo tipo de fanatismo y radicalismo y luchó para que se instaurara la libertad de conciencia. Fue el primer pensador moderno de la Reforma protestante y un claro precursor del Racionalismo.

Hace unos días se publicó una fotografía de una desconocida y fugada Ana Gabriel, en el Parque de los Bastiones en Ginebra, delante del Monumento Internacional de la Reforma o Muro de los Reformadores, que coincide con el simbolismo e ideología de dicha señora. Se construyó a principios del siglo XX para conmemorar el cuarto centenario del nacimiento de Calvino. Para la foto, la fugada se situó expresamente delante de las figuras de la parte central, son las de mayor tamaño, que representan a Guillermo Farel, a Juan Calvino, a Teodoro de Beza y a John Knox. Y hay una inscripción en latín que traducida es: «Tras las tinieblas, la luz».

Pudiera ser que la foto se la hubiese hecho en ese lugar para encontrar la luz en un mundo lleno de tinieblas, pero no es el caso. Porque muy cerca de ese lugar se encuentra el monolito en memoria de Servet, políglota humanista, científico, teólogo, médico, matemático y muchas cosas, más que murió por defender su librepensamiento. Dicho monolito fue erigido en 1903, cerca del lugar donde se situó la hoguera donde fue ajusticiado y ha sido subvencionado por los seguidores de Calvino. Servet había huido de España debido a su forma de interpretar las ideas religiosas, ya que había sido denunciado ante la Inquisición. Estuvo en París, donde estudió Medicina y después fue profesor allí. En Ginebra, participó en la Reforma protestante y fue repudiado tanto por católicos como por protestantes. Tras un juicio sumarísimo en dicha ciudad, fue condenado a morir en la hoguera, lo fue en efigie, al no estar presente, debido simplemente a las ideas vertidas en sus libros, logró huir, pero en su viaje decidió un día antes de salir para Italia, oír uno de los sermones de su acérrimo enemigo, Calvino, y allí consiguieron apresarlo y lo quemaron vivo.

Fue directamente Calvino el responsable de su acusación y posterior ejecución. Y han sido los seguidores de Calvino quienes reconociendo su error y «firmemente apegados a la libertad de conciencia, según los verdaderos principios de la Reforma y del Evangelio», han querido restituir la memoria de Servet, y así encontrar la luz, tras las tinieblas, que surgen de la bestialidad humana y de la intolerancia cuando no se respetan los derechos fundamentales de las personas, y el fanatismo y el radicalismo intentan dominar al resto de la sociedad, escribiendo esas frases de disculpa en el lugar de la hoguera, y no en el Parque de los Bastiones.

Servet murió defendiendo sus ideas, no huyó, no cambió su aspecto, no renunció a su forma de pensar, y eso que Calvino se lo ofreció varias veces. Y es ahí, delante del reformador Calvino, donde Gabriel ha decidido manifestarse sin darse cuenta de que su trayectoria nada tiene que ver con la de teólogo y científico español, y sí con la del responsable de su muerte, por eso no ha sabido elegir el mejor lugar para dar publicidad de su huida de España.

Aquí, ya no estamos en aquellos siglos oscuros, contamos con una Constitución que todos hemos votado, para que la vida sea un poco más llevadera, para que no haya extremismos que desemboquen en actos tan brutales como los que se acaban de relatar y en eso consiste no vivir en las tinieblas, porque esa es la única luz que hemos acordado entre todos nosotros, no entre unos cuantos, para evitar las hogueras y la barbarie. Aquí no hay presos políticos, hay políticos presos con sus derechos, que es muy diferente, debido a esa Constitución que todos hemos votado.

Fue Castellion el que defendió a Servet con frases lapidarias: «Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Servet, no defendieron una doctrina, mataron a un hombre». Hoy, son otros tiempos. Y si rompemos la baraja, acabaremos como antaño volviendo al punto de partida, encendiendo hogueras entre las tinieblas. Matando hombres. Y así, no se puede defender ninguna doctrina que se precie.

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