Algunos medios han publicado titulares que no fueron ciertos». «En ocasiones han interferido en la investigación». Estas dos frases lapidarias proferidas por Ángel Cruz y Patricia Ramírez, progenitores de Gabriel Cruz, el niño asesinado en Almería, llaman a una urgente reflexión. Más aún cuando avisan que ese perjuicio a la investigación podría haber tenido mayores consecuencias en el caso de que Gabriel hubiera logrado sobrevivir. «Por dar una noticia no se puede perjudicar una investigación», sentencian. En numerosas ocasiones, periodistas y cuerpos de seguridad siguen caminos paralelos en sus pesquisas, aunque con objetivos bien diferentes. Los informadores tratan de cumplir con su cometido, de trasladar a su audiencia las últimas novedades de un hecho noticiable.

Para lograrlo, a falta de fuentes oficiales, o una vez agotadas éstas, los periodistas han de aguzar el ingenio para obtener esas novedades que espera con avidez un público en tensión. La prudencia de esas fuentes oficiales, o la negativa a hablar en numerosas ocasiones, induce a buscar fuentes secundarias. La información requiere de una actualización constante. Eso sí, constante y contrastada, lo cual resulta complejo por el silencio de quien puede confirmarla o refutarla.

¿Significa eso llegar hasta el extremo de precipitarse e interferir en una investigación? Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura en 1992 y referente de generaciones de periodistas, ya anticipaba que «la mejor noticia no es siempre la que se da primero, sino la que se da mejor». Su frase apela a la paciencia, una cualidad difícil de templar en una profesión sacudida por la vorágine de la inmediatez y cuyo público está acostumbrado a consultar continuamente su móvil esperando una actualización cada vez que lo hace.

Más todavía si nos atenemos a la comparación que establece otro premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa. «El periodismo es como una arena movediza, lo odias, pero estás dispuesto a lo que sea por conseguir una noticia. Es un vicio», señala. ¿Lo que sea es lo que sea? Quizás la respuesta la proporciona otro referente del periodismo, el polaco Ryszard Kapuscinski: «Para ser buen periodista hay que ser buena persona».

¿Una buena persona querría interferir en una investigación y, por un error, evitar que se fuera al traste y no resultara detenida la persona culpable? Lo dudo. ¿Puede permitirse un medio publicar titulares inciertos que pongan en entredicho su credibilidad? La periodista María Dolores Masana lo contestaba con nitidez en un artículo titulado Ética y periodismo: no todo vale que comenzaba con esta frase: «Perder credibilidad es lo peor que puede ocurrir a un medio de comunicación».

Los progenitores de Gabriel han solicitado que de todo lo sucedido se extraiga un mensaje positivo. Su entereza, su apelación a la concordia, su lenguaje fraternal, su ternura€ han despertado un sentimiento de empatía, de respeto, de emoción, de sur a norte y de este a oeste de España. Sus palabras, también en lo referente a los medios de comunicación, no han de sumirse en el olvido. Al contrario, constituyen un camino para la reflexión, incluso para la autocrítica.