Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El máster 'ad hoc' de Cristina Cifuentes

Aunque Mariano Rajoy parezca eterno, algún día habrá que afrontar el hecho sucesorio. Y aunque ese día sea dentro de doce o dieciséis años, obviamente los candidatos a sucederle llevan años preparándose para ello. Por un lado, Alberto Núñez Feijóo, el presidente de la Xunta de Galicia, bastión histórico del partido. Un perfil tecnocrático oscurecido por sus fotografías en el yate de un narcotraficante (que suena parecido a «tecnocrático», pero no es lo mismo). Por otro, la incombustible vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, con enorme poder (delegado por Rajoy) en el Gobierno, aunque últimamente desgastada por la crisis catalana (y con el hándicap de su falta de recorrido orgánico en el PP). Finalmente (aunque seguro que hay más, estos son los tres principales), la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, estrella ascendente en el partido, con un perfil más moderno y con afán por separarse de los escándalos de corrupción del partido, que en su comunidad han sido muchos y de muy variada índole.

Pero esta semana, un escándalo se ha cruzado en el camino de Cifuentes. eldiario.es ha desvelado diversas irregularidades relacionadas con un máster oficial que en teoría cursó Cifuentes en la Universidad Rey Juan Carlos. Un máster cuyas asignaturas, incluido el Trabajo Fin de Máster (TFM), en teoría aprobó en 2012... Pero que aparecen misteriosamente aprobadas dos años después, en 2014, cuando una funcionaria de la URJC (que por otra parte parece la mayor fan de Cifuentes, a juzgar por su actividad en las redes sociales) modificó el acta para ponerle un 7,5 en las dos asignaturas que le faltaban (entre ellas, el mencionado TFM).

Para entender un poco la magnitud del escándalo y las sospechas de trato de favor es preciso tener en cuenta que la URJC es una universidad que en su día fue creada por Alberto Ruiz Gallardón para competir con la Universidad Carlos III. Ambas universidades operan en la zona sur de Madrid (el cinturón rojo de la capital); la Carlos III, cuyo primer rector fue Gregorio Peces-Barba, se organizó como universidad de élite, muy vinculada al PSOE; la URJC venía a intentar lo mismo, pero vinculándose con el PP.

Una iniciativa que, hay que decir, por ahora no ha salido muy bien. Sobre todo, porque la URJC ha quedado marcada en el pasado reciente por el escándalo de su anterior rector, que tenía a su disposición un equipo de negros académicos dedicado a escribirle todo tipo de textos que luego firmaba el rector (equipo menos aplicado de lo que cabría esperar, dado que a menudo, en vez de escribir, plagiaban dichos textos). El rector no se presentó a la reelección, pero apadrinó a su sucesor, que es quien ahora se está dedicando a defender la actuación de la universidad y a la propia Cifuentes.

La URJC ha rechazado las acusaciones de eldiario.es (que se resumen en que a Cifuentes le regalaron la nota en esas dos asignaturas y, con ello, el máster), achacándolo todo a funestos errores administrativos. Y es verdad que a veces las universidades son caóticas y el papeleo produce errores... Pero no tantos. Se hace verdaderamente muy complicado creerse las explicaciones de la URJC o de la propia Cifuentes, teniendo en cuenta que el tribunal que en teoría juzgó el TFM estaba compuesto por profesoras que no cumplían por completo los requisitos de dicho tribunal; que el TFM se habría aprobado cuando Cifuentes aún no tenía aprobadas las demás asignaturas (algo que no está permitido); que la universidad y Cifuentes tardaron dos años en reclamar el supuesto error; y un largo etcétera.

Hay quien dice, en defensa de la universidad madrileña, que es imposible que los profesores que han asegurado que todo se hizo correctamente y que nadie ha favorecido a Cifuentes estén mintiendo: ¿cómo van a arriesgar su prestigio y su honorabilidad con algo así? Mucho me temo que quien eso dice (suponiendo que se crea su argumento) no conoce demasiado las tripas de la universidad, que en su lado más oscuro son pródigas en estructuras feudales y mandarinatos que exigen todo tipo de muestras de pleitesía, aunque comporten este tipo de encubrimientos.

Por supuesto, puede que todo sea una desafortunada carrera de errores. Pero, en tal caso, resulta muy extraño que Cifuentes aún no haya difundido su ya famoso TFM, para demostrar su existencia (hay quien dice malévolamente en las redes sociales que no es tan sencillo difundir un TFM en tan poco tiempo desde que estalló el escándalo, sobre todo si tenemos en cuenta que ha de incorporar sólo bibliografía y referencias anteriores a 2012).

Compartir el artículo

stats