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Negociación de un referendum y libertad de presos

"La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece€" es la única frase que durante meses me he repetido ante el conflicto que vive este país, llamado España, desde hace algún tiempo. No hace falta que nadie me explique que el sentido de don Miguel de Cervantes era un juego de amor y de palabras y no el conflicto de Cataluña. Es que a veces las frases surgen porque sí, hasta en sueños, hasta en las pesadillas que algunas veces la historia nos pone delante.

Es como si no supiéramos ya lo que hay que decir, lo que podemos decir, ante la sensación de que la razón ha saltado por los aires en un conflicto que se agrava política, judicial, socialmente cada día que pasa; es una crisis en la que unos políticos han elegido la vía de la inacción política y otros las de la provocación, pero ahora mismo desisto de identificar quiénes son unos y quiénes otros, al menos con precisiones geográficas o nacionales.

El tiempo que vivo y el que he vivido me lleva a afirmar que el nacionalismo sigue siendo para mí algo perverso. Recuerdo en una lejanísima juventud que me hubiera gustado declararme apátrida y que por razones varias sigo considerando que el peor nacionalismo entre nosotros sigue siendo aquel que se configuró como "nacionalismo español" en el siglo XX (no vamos a contar su historia porque por ella, la iniciada en 1939, así nos ha ido a los españoles€). Los otros nacionalismos también y desde luego el que ha desembocado en el independentismo catalán a veces, muchas veces, me produce sonrojo y ahora mismo preocupación extrema.

Sé que no tienen razón en lo que plantean como esencial: en su determinación económica ("España nos roba"), política ("derecho a la autodeterminación de Cataluña"), social ("los catalanes queremos la independencia"). Hay un debate sobre esto con números y con historia en los que estas posiciones no quedan muy claras ni muy convincentes.

Tampoco tienen razón los que afirman desde posiciones de centralidad estatal y a veces de "unidad de destino en lo universal" que todo es inamovible. La aplicación del artículo 155 de la Constitución de momento es un fracaso para las soluciones presentes y futuras. Hay además un espacio en el que ya manda la judicatura por inacción de la política.

En el momento actual, que considero de gravedad extrema, hay que sentarse a negociar una solución sin límites y condiciones más allá de las que exigen comprobar que se quiere realmente alcanzar la resolución de un conflicto. Y hay que liberar de presos políticos las cárceles ( o de" políticos presos", si alguien quiere seguir jugando con la posición de los adjetivos).

Nos jugamos mucho ahora mismo: modifíquese legalmente lo que se haya de modificar para que un referéndum pueda servir para determinar la solución del conflicto, y aváncese en la libertad de quienes, al margen de cualquier consideración, no deben estar en la cárcel.

José Carlos Rovira es catedrático de la Universidad de Alicante

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