Así podría resumirse la política de movilidad del concejal Giusepe Grezzi que avanza a pasos agigantados hacia la inmovilización de todo el casco antiguo de València, tercera ciudad de España y una de las preferidas por los turistas europeos. Estos turistas que vienen del norte, de ciudades gélidas como Ámsterdam, Edimburgo, Copenhague o Estocolmo adoran el sol y el calor por encima de todas las cosas. No es raro verles por nuestras calles luciendo pantalón corto y camiseta de tirantes en pleno diciembre o sentados en las terrazas de nuestras plazas degustando una sangría o un agua de València.

Pues bien, parece ser que el concejal de Movilidad y el de Comercio, Carlos Galiana, se han empeñado en borrar esta imagen del imaginario colectivo del barrio y condenar a los hosteleros a un ostracismo inmerecido. Todo ello por dedicarse a gestionar utopías en vez de realidades, tal como suele pasar a muchos de estos nuevos partidos que no tienen experiencia de gobierno, que cuando están en la oposición abanderan la participación ciudadana, pero que en cuanto tocan poder actúan con tal despotismo y sin contar con la opinión de los vecinos que son capaces de generar el caos donde había paz y armonía, seguramente más por incompetencia que por mala fe.

Es absolutamente impensable imaginar unas calles vacías, sin gente tomado un aperitivo o una copa un domingo por la mañana o un sábado por la noche. No seré yo quien defienda el libre albedrío, el no establecimiento de un horario para los bares o el control mesurado de cualquier acción no debida. Pero de ahí a eliminar las terrazas por completo en lugares como la emblemática calle Roteros, la plaza del Negrito o muchas otras zonas del Carmen hay un trecho enorme difícil de explicar y más todavía de entender.

Las consecuencias de la decisión de Grezzi y Galiana pueden ser terribles para la economía y la imagen del casco histórico.

Las terrazas son el elemento dinamizador por excelencia de un barrio como éste. Como lo son en la plaza Mayor de Madrid, en la plaza Real de Barcelona o en las miles de calles llenas de tascas que hay en las ciudades del norte de España.

Terrazas llenas implica gasto privado que se traduce en beneficio para los hosteleros y en la consecuente contratación de más personal. Además de ser un gran reclamo para los turistas, tal y como ya he comentado.

Las decisiones en movilidad, en urbanismo, en seguridad ciudadana, etcétera, deben responder a un modelo de ciudad. Yo me pregunto qué modelo de ciudad ha pensado Compromís para nosotros porque no me cabe en la cabeza que quieran convertirnos en una ciudad como las del norte de Europa sencillamente porque ni lo somos ni lo podemos ser.

La gastronomía es uno de los elementos más importantes que tenemos los valencianos. No olvidemos que la dieta mediterránea fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Pero si poseemos un patrimonio más preciado que éste, aunque no esté reconocido oficialmente por ninguna institución, es nuestro clima, nuestro sol y nuestra luz. Y precisamente las terrazas son el espacio donde podemos disfrutar de todos estos elementos.

Concejal Grezzi, no nos limite nuestras posibilidades, no nos impida disfrutar de la ciudad que queremos, aparque su utopía de calle vacía y de bicicleta incontrolada y devuélvanos el gusto de sentirnos mediterráneos. Si no lo hace, le auguro una breve trayectoria en el ayuntamiento, aunque vaya usted sobre dos ruedas.