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Devuélveme el rosario

No hay proporción alguna entre lo que nosotros nos preocupamos por la política y lo que la política se preocupa por nosotros. Llega el telediario y ahí estamos, al pie del cañón, para ver cómo va lo de Cataluña; cómo, lo de los presupuestos; cómo, el orzuelo que le ha salido a Rivera en el ojo (en el caso de que le haya salido alguno). Esperamos que, en lógica correspondencia, los políticos se ocupen un poco de nosotros. No que finjan ocuparse. Hay amantes que hablan mucho, pero que no dicen nada capaz de llegar al corazón del cónyuge. Los secretarios generales y los portavoces hablan mucho. De hecho no hacen otra cosa, les pagan por eso. Pero solo sueltan frases insustanciales, sin amor. No hay amor en sus discursos, no hay una verdadera preocupación por lo que nos pasa a usted y a mí. Seguramente piensan que somos unos pesados a los que de vez en cuando hay que echar unas migajas de compasión. Eso no es un matrimonio, eso es una mierda. De ahí que muchos colectivos hayan comenzado a divorciarse de los políticos.

Ahí tienen las camareras de hotel (las kellys), que empezaron hace meses a hacer la guerra por su cuenta. Ahí tienen a los jóvenes, que montaron un 15 M sin políticos o sindicatos que los representaran. Ahí están las mujeres, que la liaron el día 8 de marzo al margen de los partidos o de las representaciones de los trabajadores. Ahí están ahora los jubilados, ellos solos, haciendo ruido en la calle frente a la perplejidad de los partidos antiguos, nuevos y mediopensionistas. La gente ha roto o está en vías de romper con sus representantes convencionales que no van más que en busca de su dinero. Muy buenas palabras, sí, muchos golpecitos en la espalda, pero luego se meten en la cama con el capital, con el gran capital, que les ordena: hacedme una reforma laboral a la medida, sofocad esa protesta antes de que vaya a más, prometed una ligera rebaja en el IRPF a los sin sueldo.

No hay amor entre el pueblo y los gobernantes. Nos preocupan a nosotros sus cuitas más que a ellos las nuestras. Como esto siga así, de hoy en adelante va a ver el telediario su padre. El padre de los subsecretarios, queremos decir. Hasta aquí hemos llegado. Devuélveme el rosario de mi madre y quédate con todo lo demás.

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