Hacía tiempo que deseaba escribir sobre la envidia, un sentimiento para mi desconocido y que de pronto la he visto llegar a mi vida, escondida tras la máscara de una falsa generosidad. Una, que cree saber mucho de la vida, se ha dado cuenta de que sabe muy poco y desde luego de la envidia nada. Reconozco que me sorprende la evolución de ese mal sentimiento porque es doloroso en quienes lo sufren como diana miserable como para su poseedor porque pone al descubierto lo peor del ser humano.

Estos días leyendo de esa alteración mental, que lo es, e identificado a personas que han paseado por mi vida con impostado afecto pero desde que han visto que asomas la cabeza con notoriedad, la herida de la oculta envidia ha sangrado hasta la hemorragia. El envidioso quiere poseer algo, ya sea belleza, dinero, éxito, poder, libertad, personalidad, etc, que él no tiene y el otro sí. Desearía destruir a toda persona que como en un espejo le muestre sus limitaciones. La envidia es la rabia vengadora del impotente que en vez de luchar por sus anhelos prefiere eliminar la competencia. Es la defensa de los fracasados. Es un sentimiento que forma parte de ese rasgo humano, el narcisismo, desde el cual el sujeto experimenta un ansia infatigable de destacar, ser el centro de atención, ganar, quedar por encima, ser el más y el mejor en todas circunstancias. Se siente continuamente amenazado por los éxitos, la vida y la felicidad de los demás. Vive en perpetua competencia contra el mundo. No es que los demás tengan cosas que desea: las desea precisamente porque los demás las tienen. Para no sentirse menos o para no quedarse atrás. Ese sufrimiento condiciona su personalidad, su estilo de vida y su felicidad. Todos ellos, sin excepción, están condenados a la soledad y hay que huirles. La envidia de narcisistas y codiciosos nutre los concursos de televisión y sus audiencias. La mutua envidia de las mujeres y hombres robustece el colosal negocio de la belleza y la moda. La envidia sexual es el combustible del morbo y la prensa rosa. En suma, cuanto más débil, insatisfecha o narcisista es una persona, tanto más envidiará a la gente que posee lo que a ellos les falta.

Este texto podría dedicárselo a varias personas pero no lo haré. Ya no están en mi vida. Olvidé sus nombres. Seguro que leyéndome hoy han recordado a alguien. No tengo la menor duda. Yo a unos cuantos.