«La democracia no es el reino de la confusión. La democracia significa visión y acción políticas, según el criterio de la complejidad». Rob Riemen (Para combatir esta era. 2018)

La actualidad está plagada de conflictos y debates que se quedan a medias. Ni Corredor Mediterráneo «today», ni túnel pasante, ni tercer hilo ferroviario, ni estación de AVE ni financiación para los transportes públicos-EMT, ni inversión que nos saque de la cola española. Ridículo en Madrid, en La Encina, en Tarragona y en Almería. Ni poder valenciano, ni Conexus. Ninguneados la Generalitat y el Ayuntamiento de València. Indignados por el maltrato fiscal y financiero --por parte del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro y su jefe Mariano Rajoy--, los valencianos, sus políticos y empresarios, en vez de hacer carantoñas al Partido Popular -¡qué cariñoso el ministro de Fomento, Íñigo de la Serna!-, tienen motivos para protestar en la calle y no volver a casa en mucho tiempo.

Mofa. Los Presupuestos del Estado lanzados por el Gobierno español son discriminatorios, injustos y humillantes para los cinco millones de habitantes de la Comunitat Valenciana. Otra procesión petitoria a la que no se le ve final. En los últimos meses se han movilizado notorias manifestaciones. Por la financiación justa de la Comunitat Valenciana el 18 de noviembre de 2017. Por la igualdad entre mujeres-hombres el 8 de marzo de 2018 y por unas pensiones dignas el 22 de marzo. Tres demandas que condicionan la calidad democrática de la sociedad. Es difícil conseguir la atención de quienes tan solo mandan sin gobernar, cuando nos hallamos inmersos en plena crisis abierta del nacionalismo español. Es el motivo de la publicación de un libro de claridades—»La confusión nacional» de Ignacio Sánchez-Cuesta—que describe la encrucijada de la democracia española ante la crisis catalana.

¿Ahora qué?. Los valencianos se preguntan que van a hacer sus dirigentes para, después de haber clamado en la calle, conseguir que se atiendan las reivindicaciones. ¿Ahora qué hacemos? En la esfera política transcurridos tres años de gobierno progresista en la Generalitat Valenciana - PSPV y Compromís con Podemos— la coalición tiene ante sí el reto de revalidar la opción para consolidar su proyecto. En el campo sindical, porque sus líderes han sido primer motor y pieza necesaria en la acción cívica para la recuperación de derechos fundamentales. En el mundo de la economía y de la empresa que, a remolque o de buen grado, constituye la pieza insustituible del engranaje para generar riqueza y empleo.

Sapiencia. El entramado educativo y universitario que, agobiado por la inquina de quienes no respetan el conocimiento y la inteligencia, tiene la responsabilidad de formar a los valencianos. La política de recortes ha llevado a las universidades a situaciones extremas que amenazan su viabilidad y el cumplimiento de su misión. Las luces rojas de emergencia se vienen encendiendo hace años en la comunidad educativa, sin que los culpables de su situación extrema, agazapados en el cinismo de la Administración central del Estado, ni reaccionen ni se solidaricen con la problemática docente. Sin demos (respeto a la voluntad popular), sin tolerancia y sin pluralidad no hay democracia. Tampoco sin consideración para el País Valenciano y sin lealtad con el Estado de las Autonomías, consagrado por la Constitución.

Afrenta. Por los gestos y la indolencia del Consell del Botànic, presidido por Ximo Puig, parece estar más atento a sofocar fuegos en torno a su imagen que en su acción de gobierno. La trampa de la financiación territorial es utilizada de forma perversa por el PP para asfixiar a las autonomías que molestan a quienes mandan en España. El Partido Popular perdió la gobernabilidad de las principales comunidades autónomas y en las grandes ciudades. La batalla para la recuperación la basan en escatimar los recursos que dilapidaron sus correligionarios cuando gobernaron. La Comunitat Valenciana ha manifestado reivindicaciones en infraestructuras, en inversión pública, en dotación de servicios, en transporte público, en reindustrialización o en sanidad y en formación. La respuesta a la paciencia de los valencianos por parte del Gobierno español es negativa, insuficiente y ofensiva.

Complejidad. El Partido Popular, fuerza política más votada en España durante las últimas décadas, tiene una perversa manera de enfocar la democracia. Cuya etimología se refiere al poder basado en la voluntad y en la expresión de las preferencias de los ciudadanos. Sin «demos» (pueblo) en democracia no queda más que la versión despótica del poder por el poder: la tiranía. Los mandamases ignoran las demandas de los ciudadanos. El premio Nobel de la Paz, Shimon Peres, afirmaba «no hay victorias en la democracia, hay paz y la paz es la verdadera victoria de la vida política de los pueblos». El contencioso catalán que condiciona el progreso español, es un fracaso con alto coste para la convivencia. Produce frustración y exige diálogo.