Cuando mis primas y yo éramos pequeñas nos cayó un buen castigo por parte de mi tía, la madre de ellas. La falta había sido negarnos a acompañar al abuelo a pasear a los pinos, como habría sido su deseo. En aquellos tiempos nos enseñaban que el respeto a los mayores estaba por encima de todo, y que a los abuelos había que tenérselo en grado superlativo. Las faltas de respeto hacia los mayores, especialmente los abuelos, son hechos intolerables para la inmensa mayoría de las personas que conozco. Los abuelos son por lo general quienes dan los caprichos a los nietos mientras los padres tratan de educarlos y en no pocos casos son sus cuidadores. Sin perjuicio de todo ello, en la crisis muchas familias han salido a flote gracias a las pensiones de los abuelos.

Fueron mis hijos quienes me comentaron, escandalizados, lo del vídeo de la reina Letizia en la misa de Pascua. No daban crédito a lo que había pasado. Yo, al verlo, tampoco. Hubiera pasado lo que hubiera pasado entre la reina Letizia y doña Sofía, los hechos hablan por sí solos. En el vídeo se ve a la reina queriendo impedir una foto de doña Sofía con sus nietas. Es evidente que la reina se columpió a lo grande y que no midió los efectos que tendría este hecho entre la gente. Tal vez confiaba en las crónicas pelotilleras de primera hora, aludiendo únicamente a los tonos de los atuendos de los miembros de la Familia Real y silenciando el broncazo. Sin embargo, las redes han ardido literalmente con este hecho y la gente está estupefacta. No es para menos. En primer lugar, una abuela es una abuela y sus nietas le deben, si no cariño, al menos el respeto mínimo por el mero hecho de serlo. Algo que choca con la petulancia de una de las niñas, me da igual cuál de las dos, a la que se ve quitándose el brazo de su abuela de encima.

Lo de la reina merece un comentario aparte. Menudo resbalón, histórico. Su suegra iba en el lote de Zarzuela junto con la vida lujosa y los besamanos, por si no se ha dado cuenta y, es obvio, tiene mucho que aprender de ella si quiere tratar de parecérsele en algo, como ella misma decía cuando se prometió. Los numerosos detractores de la reina consorte estarán ahora frotándose las manos. El único remedio que tiene para salvar el tipo es pedir perdón públicamente, como hizo el rey emérito con lo del elefante.