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Javier Cuervo

El gobierno arriesga un rey

El gobierno prepara un viaje de los reyes a Estados Unidos. ¿Qué le han hecho al gobierno los reyes? ¿Por qué exponer a Felipe VI a desaires y a una bandada hitchcockiana de twits picoteros? ¿Por qué acercar a la reina Letizia a quien alardea de saludar a las mujeres con una mano pero sin estrecharles la suya?

Sí, es el presidente de los EE.UU. pero sin dejar de ser Donald Trump, un macho alfa que mide y pesa a sus oponentes y, como si fueran un complemento, a las parejas de sus oponentes para luego hacer una demostración, pública y primate, de superioridad.

Felipe VI es una persona joven que es rey de España y una figura hereditaria, simbólica, antigua, antidemocrática por naturaleza y que suele acompañarse de un protocolo reverencial. Donald Trump es un tipo mayor que se siente el rey del mundo por mérito propio y no pierde ocasión de manifestarlo con modales altomedievales y de simbolizarlo (su torre capitalista equivalente a las de los castillos de la cristiandad) que accedió a presidir una república con irreverencia. Enviarle al rey de un país a quien se cree el rey del mundo es provocarlo a que se comporte como sabe.

¿El gobierno cree que las aceitunas negras y los coches de las marcas europeas con factoría en España merecen ese riesgo de desdén olvidando lo que pasa cada vez que se desgasta un rey?

A la familia real hay que sacarla para la misa de Pascua, a que la reciban el arzobispo y una decena de concelebrantes, con esa ceremonia paternalista que deja claro quién manda, y entre gente que cree en Dios y en reyes, les lanza vivas y se anima al "yo soy español, español, español", que en Palma de Mallorca siempre se expone a ser respondido entre el público, con toda inocencia, por "y yo alemán, alemán, alemán".

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