De los papiros del mar Muerto hay uno, actualmente expuesto en Jerusalén, que relata la vida de Noé en primera persona (the final cut). Está en arameo, un idioma del que sé algo de cuando estudiaba para cura (en realidad me ha echado una mano un refugiado sirio de la minoría que lo habla y que sólo usa la lengua de Cristo para pedir cervezas y kebabs muy picantes).
Dice Noé: «Hice, Señor cuanto me ordenaste, aunque construir una Arca tan grande me dejó completamente pelado. Mas caro incluso fue matricular el Arca (por cierto, ¿por qué le llaman arca a lo que se está viendo que es un barco?) en Sidón. Estos fenicios son insaciables€».
«Por no hablar de la pareja de animales de cada especie ¡Menudo follón he tenido con los de sanidad animal y control de plagas! Doce personas han hecho falta para sujetar a la tigresa y hacerle un tacto rectal, a ver si estaba preñada. Sólo en una cosa te he desobedecido, Señor: he puesto rumbo a Occidente, y no hacia el Cáucaso, que es un follón de lenguas y tribus, hacia el océano que llaman Tenebroso, pero sin salir de nuestro mar, no quiero provocar tu ira».
«¿Era necesaria una devastación tan absoluta? (el patriarca desconoce las averiguaciones del escritor y erudito Alejo Carpentier que patrocina un Noé griego, chino, maya: uno por cultura). En estas tierras de Tartessos podré instalarme bien a gusto y comportarme como un perfecto turista. En cuanto bajen las aguas, me voy a poner ciego de manzanilla y fino. Pero sin invitar a las golfas de mis hijas ni a los inútiles de mis yernos, ¡perdón Señor por no honrar a la familia que no me honra a mí!».
«La humedad me está destrozando, mi buen Dios. Estas cosas las encaraba de mejor ánimo cuando empezó todo y sólo tenía 732 años y estaba hecho un chaval, como quien dice. Pero después de tanta lluvia mi pie izquierdo huele a muerto, no lo digo por ofenderte. Menos mal que me he preparado una cataplasma de hierbabuena y romero y por lo menos, no huele tan raro€».
