Es preciso defender la cosa nostra». Ese fue el lapsus que bordeó Cospedal el sábado. Que esperara a decirlo en la patria de Rinconete y Cortadillo testimonia que se dio la libertad propia de quien tiene asegurada la compresión. Los imputados sevillanos de los ERE jalearán por lo bajini sus palabras. Para dejar claro de qué se trata, ahí está el aplauso cerrado de todo el partido a una mentirosa. Fue el aplauso de los cómplices. Que Cifuentes no confiese su mentira es una buena señal. Si confesara lo que todo el mundo sabe, aumentarían las probabilidades de que fuera mentira.

Nada nuevo en tangentopoli hispana, dirá el desolado lector. Cierto. Lo nuevo es que desprecien a la ciudadanía de forma tan cruda. «¡No os representamos, idiotas!», ha venido a decir Cospedal. ¡Sólo representamos lo nuestro y a los nuestros! Nunca el espíritu de facción se ha hecho tan explícito, como corresponde a un país que no ha conocido una auténtica res publica. Aquí el poder pocas veces sirvió a lo común, pero en manos de este PP madrileño ha generado un sistema de pillaje sostenido por una maquinaria administrativa y defendido por una comprensión patrimonial de lo público.

¿Y con esta tropa sedienta de botín y ebria de ventajas, queremos ganar batallas en Europa? Si la mentalidad y la forma de mirar de nuestra élite, de entender la política y de comprender las cosas europeas está conformada por la defensa descarada de la corrupción, el vuelo corto de los tertulianos, de los columnistas de los periódicos amigos, y de la brigada de ocupación de sumisas sucursales universitarias, ¿qué queremos?, ¿que nos respeten y acepten nuestras resoluciones judiciales a ciegas? Con esas herramientas intelectuales nunca comprenderemos las maneras y estilos de Europa y nos condenaremos a hacer el ridículo.

El nivel de la jerarquía que se ocupa en el hampa se mide por el valor del objeto por el que el hampón arriesga la vida. La estrategia de defensa de estos seres primarios es organizar el caos en el mercadillo. Señalar a otro mendigo, echar abajo el puesto, comenzar los destrozos, llamar a los compinches para armar jaleo. Todas esas astucias primarias han sido puestas en marcha, sin importar que el sistema universitario completo caiga bajo sospecha. ¡Y este era el poder que tramaba una ley de universidades! Al final hemos visto a los liantes liándose, acusándose recíprocamente, en el ejemplo perfecto de aquel axioma de Platón según el cual lo malos no pueden ser amigos.

En realidad, nunca sabremos del todo los detalles de esta historia. Según mis fuentes, el 23 de marzo las tres profesoras cuya firma está falsificada consultaron con los abogados de CC OO sobre la manera de denunciar este hecho. La presión que habrán tenido que soportar estas tres profesoras no estará escrita. Que en aquellos primeros días el rector de la URJC hiciera declaraciones precipitadas y favorables a Cifuentes, sugiere que esas presiones debieron ser recias, imponentes, unánimes. Hay que recordar que el presidente de la Conferencia de Rectores afeó esas declaraciones iniciales y precipitadas del rector Ramos. Al final, cuando la única profesora funcionaria de las tres declaró que su firma había sido falsificada, todo se derrumbó como un castillo de naipes.

Hemos visto una vez más lo que se oculta tras el aura del poder de que se revisten los gobernantes de Madrid. Pero sobre todo pensábamos tener que ahorrarnos el estupor que nos produjo Rivera con su solicitud de una comisión para investigar una verdad política que sólo él ignoraba, aunque ya era conocida más allá de la galaxia. Su excusa fue tan pintoresca que sólo puede identificar su mala fe. Cierto que las dos versiones de la universidad no eran coincidentes, y cierto que no sabemos quién movió Roma con Santiago para que se falsificara el acta. Pero de las dos versiones se seguía con la misma claridad que Cifuentes no hizo el trabajo de fin de máster. Claro que habrá que investigar toda la trama, pero por lo que concierne al Gobierno de la Comunidad de Madrid es muy claro: su presidenta es una mentirosa, tuvo trato de favor y se benefició de que se cometieran una serie de delitos como falsificación de actas, de firmas y cambio ilegal de notas.

En la Complutense se dice que la Rey Juan Carlos se creó para que el viejo rector Villapalos, luego consejero de la Comunidad con Aguirre, se llevara a sus fieles a un lugar donde jamás pudieran perder el Rectorado. Y esta misma gente es la que dirige España en el momento más difícil de su experiencia democrática. Esa gente es la que tiene empantanado el problema catalán y la que, por carecer de espíritu europeo nos hace perder apoyos internacionales de forma alarmante. Estos personajes se creen que, con la misma hipocresía y descaro con que engañan a tantas gentes de España, pueden vacilar a los políticos europeos, que tienen como una de sus habilidades aprendidas de siglos olfatear la debilidad de los vecinos.

Y nosotros, una vez más, seguimos peleando con las armas más antiguas, las más arcaicas, las más ineficaces. Y así, nos creemos fuertes porque el juez Llarena esgrime las mismas armas que Calomarde, el ministro de Fernando VII. Ese error es propio de una clase política que nunca ha sentido la necesidad de ponerse al día, confiados en la fidelidad de la parte más distraída de la sociedad. Por eso no tienen un concepto para lo que está pasando en Cataluña y solo ven allí lo que ven en ellos. Esa guerra contra la propia imagen en el espejo es el destino del autista y caracteriza a nuestra elite central. Pero les diré lo que está pasando en Cataluña: sencillamente que otra élite, apoyada por la mitad de la sociedad, bien posicionada en su trato con el mundo, consciente de la debilidad del enemigo, ha tomado la firme decisión de no dejarse gobernar por unos pequeños diablos que van por ahí falsificando másteres.

Y están dispuestos a combatir con todas las armas actuales, legales e ilegales, contra una maquinaria oxidada, corrupta e inepta, a la que no respetan ni tienen motivo para respetar. Es una lucha desigual sólo en el empleo de la violencia y por eso no van a recurrir a ese medio. Pero en todos los demás campos, es una lucha que pueden ganar por la incapacidad de nuestros dirigentes. Y por eso saben conectar con las opiniones públicas de Europa mejor que nuestro Gobierno y saben mostrar los puntos débiles de su enemigo. Aquí es donde la cosecha del tiempo se recoge. ¿Y cómo se iba a atrever Rajoy a hablar con Merkel? ¿Cómo exponerse a que la canciller le recuerde aquella cumbre en la que solicitó de Rajoy que informara sobre Cataluña y este le contestó que no tenía nada que comentar? ¿Fue la respuesta propia de un socio? ¿O más bien la de un hidalgo viejo e impotente?

¿Creen que en todos los sitios sus actos son tan impunes como en España? Rajoy no sabe conducir el negocio que lleva entre manos y lo mejor para todos es que lo reconozca y lo deje. Nos han llevado a un tipo de guerra que no se combate cantando Soy el novio de la muerte entre procesiones religiosas. ¿No comprenden que así no se puede ganar ninguna batalla histórica? ¿Cuándo se cansarán de hacer el ridículo? Y Cs, ¿apoyará este montaje por más tiempo contentándose con cambiar a Cifuentes?