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Dignidad Kelly

Rajoy recibió el otro día en Moncloa a las Kellys, las que limpian. Son un colectivo puteado, limpia que te limpia, tropecientas habitaciones en una mañana, sueldos de miseria. Ahora, la moda es externalizar ese servicio y que, de media, cobren un cuarenta por ciento menos. Puaf. Son el proletariado de esa industria turística que nos avasalla con grandes números, turgentes beneficios, abrumadoras estadísticas y bajos sueldos. Jornadas de pena. El presidente del Gobierno debía tener mala conciencia (dado que su reforma laboral, que tanto y a tanta gente ha jodido y ha arrebatado derechos ha hecho polvo a las Kellys) y por eso hizo un hueco en su agenda. También le convenía. La foto es la foto. Y esta foto lo retrata como un hombre sensible que recibe y oye a todo el mundo.

A mí sin embargo me parece que el hecho de que un presidente reciba a la gente debería ser lo natural. No se me ocurre nada más importante para un gobernante que escuchar a la gente. Lo malo es que sólo escuchan a los asesores. Que a su vez sólo se oyen a sí mismos. El resultado es que los gobernantes, incluso el concejal de un villorrio, acaba teniendo una agenda tremebunda plagada de actos en su variante de acto idiota o acto estúpido. Y acaba no oyendo a nadie y por tanto mal gobernando. Rajoy no va a hacer nada por las Kellys, que seguramente le importan una haba. Pero sólo con que el gesto de recibirla impulsara a un empresario o un gobernancito, ministro, etc. a impulsar mejoras, ya sería bueno.

Las Kellys son en su mayoría mujeres, y por eso uno simpatiza mucho con ese movimiento, que está plagado de coraje y razón, pero, sobre todo, de dignidad. La dignidad que da el trabajo, despertador, cinco de la mañana, trayecto, corre, corre, cambia sábanas, cambia esto, pasa aspiradora, monotonía. Un día sí, otro también.

Son un débil eslabón y las sociedades miden su grado de civilización por cómo tratan a los más débiles. No está bonito que la Moncloa la pisen sólo encorbatados. En fin, como reflexión lateral, tomemos en consideración el hecho de que el movimiento Kelly ha superado los cauces del sindicalismo clásico. O sea, se han organizado a su manera. Como otros colectivos (policías, jueces, jubilados, etc.). No hay sindicalismo de clase y sí de oficios.

Un moderno gremialismo/corporativismo. De nuevo cuño, combativo, aguerrido y guerrillero. Que sin embargo es guerra de guerrillas, más que ejército bien organizado. Da igual, su causa es muy justa.

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