De entrada diré que yo soy partidario que existan los sobresueldos en los partidos. Cuando un político tiene que cambiar de domicilio, dedicar su tiempo al partido, atender a cuantos le piden consejo o desplazarse por todo su territorio, comiendo un día aquí y otro allá, es natural que tenga una remuneración económica que compense su trabajo. Pero debe haber una condición previa: que esos sobresueldos sean conocidos, debatidos y aprobados en los correspondientes congresos, para que así los que cobran se sientan obligados a atender a los afiliados que buscan su apoyo o ayuda.

Hasta ahora parece que hay un secretismo vergonzoso en los políticos sobre lo que se cobra, cuando en lugar de ser el secreto mejor guardado debía ser la noticia más importante de su curriculum. Pero en realidad son salarios semiocultos que provienen de acuerdos tomados por ellos mismos. Y ya sabemos lo que ocurre cuando uno puede ponerse su sueldo. Que todo le parece poco para compensar su esfuerzo. Es un impulso natural que debe controlarse con el conocimiento colectivo que al fin y al cabo lo respaldaría y oficialiciaría.

Yo de mis tiempos políticos tengo los recuerdos de la barrera infranqueable de esas secretarias bien adoctrinadas que defendían a su jefe de las llamadas telefónicas, con las excusas de que estaba reunido o estaba hablando por la otra línea. El fin de la conversación era el compromiso de solicitar tu teléfono para llamarte enseguida. Promesa incumplida en la totalidad de los casos. Y a volver a llamar y de nuevo oír excusas y justificaciones para impedir la conversación con el político de turno. Ahora bien, si sabemos qué cobra y lo que cobra por estar en ese puesto, tendremos derecho a exigir que cumpla con su empleo en el partido y nos atienda, que para eso le pagamos.

Por esos motivos yo pienso que en los congresos, sean nacionales, regionales o provinciales, se deben debatir y aprobar las correspondientes percepciones de cada cargo. Por ejemplo, para el presidente, 3000 euros al mes, guardaespaldas, chófer y coche oficial. Para el secretario, 2.000 euros y coche oficial. Para los vicesecretarios, 1500 euros etcétera, con una partida correspondiente a gastos de vivienda, desplazamientos o dietas. Así, con las cuentas claras nos evitaríamos muchas sorpresas y más de un disgusto, porque normalizarían una situación falsa e insostenible, porque no hay sorpresa más desagradable que pensar que se están sacrificando por el partido y de repente uno se entera que se están llenando los bolsillos con total secretismo, como si el partido fuese una empresa propia que manejan en la oscuridad.

Vamos a ver si los representantes de la democracia que son los partidos aceptan esta propuesta y aclaran sus condiciones de trabajo. Todos ganaríamos y especialmente los partidos políticos. A ver quién es el primero en proponerlo.