Después de muchos años vinculado al pensamiento, enseñanza y difusión de la creación artística, estoy convencido de que la historia del arte, como cualquier otro aspecto de la historia, necesita ser escrita en femenino. Hemos pasado mucho tiempo (seguro que demasiado) hablando, pensando y creando tan sólo en masculino. Y les aseguro que no es lo mismo, ya que en ese tortuoso camino hemos dejado de lado, olvidado, ninguneado, e incluso a veces escondido el trabajo creativo de miles de mujeres. Hoy en día, afortunadamente, las cosas parece que van cambiando y cada vez más aparecen modos de narrar y narraciones en las que las mujeres, y los planteamientos que ellas sugieren, son protagonistas.

Son múltiples los estudios y análisis que nos demuestran que no hay una historia del arte neutral ni global, ajena a las problemáticas de género, de raza, de opción sexual, social o cultural. Bien al contrario, podemos evidenciar con meridiana claridad que lo que todos/as producimos son lecturas interesadas que (en base a nuestra realidad cotidiana) destacan unos discursos y olvidan o marginan otros. Pero, una sociedad que desea, que necesita, ser plural, abierta y claramente democrática, no puede dejar de lado a ningún sector social. Es imprescindible que aprendamos a decirnos en plural, que desechemos las visiones alicortas que falsean la historia, que desdeñan a partes fundamentales de la población e ignoran la complejidad y la riqueza de nuestra contemporaneidad.

Desde el IVAM, en estos últimos años, estamos plenamente comprometidos en reflejar esa riqueza de pensamientos, de vivencias, de sentimientos o de creaciones que las diferentes maneras de pensar, amar y vivir hacen posible. No queremos dejar pasar más tiempo para mostrar historias y experiencias que por minoritarias o minusvaloradas han quedado arrumbadas en los diferentes almacenes de la historia. Y ahora, y muy en concreto, me estoy refiriendo al papel fundamental que las mujeres han tenido en la construcción de la historia del hrte de nuestra comunidad. No es de recibo que todavía hoy ignoremos las aportaciones de todo tipo que las mujeres han ido haciendo al arte y la cultura de este país. Por ello, hemos programado la exposición A contratiempo. Medio siglo de artistas valencianas (1929-1980), un proyecto puesto en pie por Isabel Tejeda y M.ª Jesús Folch, dos estudiosas profundamente conocedoras del trabajo llevado a cabo por las mujeres artistas en las últimas décadas. Unas décadas especialmente dolorosas por lo que de absoluta indiferencia y silencio ha significado hacia su quehacer creativo.

Esta exposición era necesaria, fundamental, pues como las mismas comisarias escriben en su texto para el catálogo: «Las artistas como mucho aparecen citadas, pero casi nunca estudiadas; en numerosas ocasiones están encriptadas tras una retahíla de nombres que se cierran con un "etc", -bajo ese etcétera suelen estar las mujeres». Pero en este proyecto, y también para el IVAM, las mujeres ya no serán nunca más un etcétera, son sujetos activos, personas y artistas de pleno derecho que han de ocupar en las salas de exposiciones y en las colecciones de los museos el lugar que les corresponde. La visibilización de los trabajos que esta exposición plantea es un eslabón más en un largo trayecto que todavía tenemos que recorrer para acabar con las visiones estereotipadas y los clichés preestablecidos. Es necesario deconstruir una historia del arte hegemónica que ha olvidado a más del cincuenta por ciento de la población y con ellas no sólo su presencia física, sino también su manera de ver y entender el mundo. Es éste un lujo que no nos podemos permitir, necesitamos una historia del arte lo más amplia e inclusiva posible que tenga en cuenta las necesidades, querencias y deseos de las mujeres.

En la exposición A contratiempo (que inaugurará el IVAM el próximo jueves 26 de abril) vamos a encontrar obras, por ejemplo, de Manuela Ballester, Amparo Segarra, Jacinta Gil, Juana Francés, Ana Peters, Monika Buch, Isabel Oliver, Ángela García Codoñer, Cristina Grau, Rosa Torres, Victoria Civera, Soledad Sevilla, Cecilia Bartolomé, Ángeles Marco o Carmen Calvo. Todas son nombres propios y no hay lugar para ningún etcétera. En la exposición encontramos un conjunto de trabajos artísticos (realizados entre 1929 y 1980) comprometidos con su tiempo, una situación política más que delicada, y con su quehacer en la continua búsqueda de lenguajes artísticos innovadores. Obras que rompieron, al mismo tiempo, tanto con el conservadurismo político como con el artístico, y hablaron de temas, utilizaron técnicas o plantearon puntos de vista que, todavía hoy, continúan siendo interesantes y significativos.

Estas mujeres, como quizás otras que pueden haber quedado olvidadas involuntariamente, son parte de nuestra historia, de la Historia del Arte de todos y todas. Ya no es sólo una cuestión de justicia social y artística, es también el deseo de no querer perderse el conocimiento y el disfrute de unas obras que entendemos son fundamentales para comprender lo que ha sido y es nuestra historia del arte. Sin ellas, sin su trabajo, seríamos mucho más pobres, más frágiles, más incultos. Con ellas (y con exposiciones como A contratiempo) crecemos y somos más inteligentes, sensibles y abiertos.

La historia y la memoria ya no pueden ser, por más tiempo, masculinas ni de un solo color. La presencia de las mujeres en la esfera pública, en los colegios y en las universidades, en los centros de arte y en los museos, en los libros de consulta y en los catálogos, es una necesidad imperiosa a la que el IVAM desea contribuir con todas sus energías. Exposiciones de talante feminista como la que hoy nos ocupa son propuestas imprescindibles para aprender a ver y a decirse de otro modo, lejos de las visiones más tradicionales y cerca de las ideas y deseos que hace pocas semanas llenaron las calles de todas las ciudades españolas. Una de las funciones básicas de un museo como el IVAM es ayudar a construir la historia del arte de un país del modo más amplio posible, y ello no se conseguirá si no aprendemos a escribirla, también, en femenino.