«El que voldriem esser,/el que voldriem dir,/el que mai no serem». Emili Rodríguez Bernabeu (1972)

Los valencianos tienen tres dimensiones que los definen: la autonómica, la española y la europea. A fuerza de tanto ofrendar glorias padecen singularmente las crisis españolas. Estos días empresarios y políticos de esta maltrecha tierra -encabezados por el president, Ximo Puig, y los consellers de rigor- van camino de oriente, hacia China y Japón, cuando el mal está en nosotros. Los más importantes proveedores y clientes de la Comunitat Valenciana siguen estando cerca, en Francia, Alemania y Reino Unido. Aquí al lado, en la Unión Europea.

Vértigo. La semana pasada, para España, que vive la más incierta crisis de Estado desde la Transición, el eje del nacionalismo español iba de València (Copa Davis de tenis) a Sevilla (convención del Partido Popular) pasando por Madrid (escándalo Cifuentes), en cuya Universidad Juan Carlos I, se ha producido el acontecimiento más bochornoso de los últimos tiempos. Affaire que ayudará a destapar la trama, con intencionalidad política, para consumar el desembarco ideológico de cuadros del PP en los claustros académicos, mediante la falsificación de títulos, cargos y créditos, sin cumplir los requisitos para conseguirlos. Su inspirador, el constitucionalista Enrique Álvarez Conde, proviene de la Universitat de València, donde pudo ensayar sus andanzas. Catedráticos sin oposición, tesis plagiadas, publicaciones megalómanas pagadas por el Consell Jurídic Consultiu.

Catalanexit. Al fondo, la deriva internacional de la quintaesencia de los males españoles: el drama del extrañamiento catalán. Consumada la excarcelación de Carles Puigdemont en Alemania, el poder judicial español ha recibido severo cuestionamiento a la instrucción procesal para la extradición del expresidente catalán. Nada es banal en un país con un gobierno en minoría incapaz de aprobar los presupuestos, transcurridos cuatro meses de 2018, entre descalificaciones y soflamas a la judicatura alemana. Pieza angular del sistema institucional del país miembro que lidera la Unión Europea y que está gobernado por el partido de Angela Merkel (CDU), con quien dice estar en sintonía el presidente popular, Mariano Rajoy.

Decadencia. El País Valenciano ha recibido con indignación y estupor la formulación de los presupuestos que ha de aprobar el Parlamento. Se defraudan las expectativas de los valencianos defendidas por la Generalitat que preside Ximo Puig (PSPV) y por Joan Ribó, alcalde de València. En el contexto del Estatut Valencià, el constante menosprecio a las demandas legítimas de la Generalitat en financiación e inversión, remacha la evidencia de deslealtad de la administración central del Estado para con la más alta institución valenciana. L´Estatut d´Autonomia fue aprobado por los valencianos en 1982, al amparo de la Constitución que el gobierno de Mariano Rajoy dice salvaguardar con celo inusitado. La creación del Consell del País Valencià, que presidió Josep Lluís Albiñana, es el núcleo original del autogobierno valenciano con sus raíces en el Reino de València, del que toma nombre la Generalitat. Se reinstaura como Comunitat Valenciana, para conseguir el autogobierno, reforzar la democracia y garantizar la participación de todos los ciudadanos. A menudo se vulneran impunemente preceptos estatutarios que tienen rango constitucional y que conciernen a todos los valencianos, incluidos sus políticos y gobernantes. La Generalitat también es Estado. Tiene potestades y privilegios de la Administración del Estado y de la Unión Europea.

Aconstitucional. De acuerdo con el artículo 157.3 de la Constitución, la autonomía valenciana ha de tener garantizados por el Gobierno español «los recursos financieros que, atendiendo a las necesidades de gasto de la Comunitat Valenciana, han de asegurar la financiación suficiente para el ejercicio de las competencias propias en la prestación de servicios públicos asumidos». Conforme al principio de solidaridad y atendiendo a criterios de población. Es su misión, velar para que se actualice el nivel de autogobierno y se garanticen servicios públicos de calidad así como la lengua valenciana, propia de la C. Valenciana. También deberá asumir los valores de la UE y la defensa de los derechos de todos los ciudadanos europeos.

Hacia abajo. En noviembre de 2017 el profesor Jordi Palafox publicó un artículo en el que advertía del declive de la Comunitat Valenciana y sus efectos. Partía del distanciamiento de la economía valenciana de los países más avanzados de Europa y de las zonas españolas más competitivas (País Vasco, Barcelona, Madrid, Navarra). Estamos cada día más cerca de la España pobre y más lejos de la España rica. Este declive es negativo para el bienestar de los habitantes. Palafox demuestra que la debilidad económica se debe a la ineficiencia de sus empresarios y políticos, incapaces de remontar la baja productividad en un país donde el sector exportador tiene una débil respuesta. En vez de avanzar decididamente por el progreso y la modernización se dedicaron a cebar la especulación urbanística. El imperio del ladrillo, al calor del boom turístico. Dos trampantojos en la economía valenciana.