Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Julio Monreal

Por una regata sin corrupción

Los llamados "gobiernos del cambio" vuelven tímidamente a la organización de eventos deportivos internacionales después del desprestigio que el PP de la Gürtel arrojó sobre ellos. La Copa Davis se ha cerrado con aprobado y ahora se trabaja en la World Race de vela, que deja Barcelona por la inestabilidad

Habría construido el Consell de Ximo Puig y Mónica Oltra el aeropuerto de Castelló? Seguro que no. ¿Se habría levantado el complejo de la Ciudad de la Luz en Alicante en caso de que hubiera tenido que promoverlo un partido diferente al PP? Tampoco. Es cierto que la coyuntura económica lo habría impedido ahora, pero también hay un sustrato político que ha llevado a unos a la grandeur y a otros, al minimalismo.

Viene esto a cuento de la posibilidad de que la regata World Race que abandona Barcelona por la inestabilidad política en Cataluña recale en València para los próximos años y de cuál debe ser la posición de un gobierno que hereda grandes escenarios de rendimiento difícil o imposible.

El Ágora de Calatrava en la Ciudad de las Artes y las Ciencias fue un sueño del presidente Francisco Camps (y de Calatrava), que costó cien millones de euros a la Generalitat y aún sigue consumiendo recursos públicos para que no tenga goteras ni se caiga su bello trencadís azul. Se construyó sin ningún fin, solo por el gusto de verlo erigido, mientras los corruptos de la trama Gürtel esquilmaban el erario como piojos pegados al PP. Había motivos hasta para echarlo a tierra. Por fortuna para todos la Generalitat se lo ha colocado a Caixabanc para que instale en su interior un CaixaFórum que mejorará mucho la oferta cultural de València.

Dos ediciones, la 32ª y la 33ª de la Copa del América de vela, acogió en los años de la Gürtel el puerto de la capital del Turia, que reformó por completo su dársena interior para adaptarse a la competición con ayuda de un oneroso préstamo del Estado, de 500 millones de euros, que por supuesto no se ha podido devolver. En otros lugares equipamientos similares gozan del respaldo del presupuesto de inversiones y van a fondo perdido. Pero esa es otra cuestión.

La Copa del América en València fue un rotundo éxito, mucho más que su hermana la Fórmula 1, que acabó en un destarifo pasajero, corrompido y caro. La regata transformó la dársena, derribó sus muros y se la entregó a la ciudad, creando además una infraestructura deportiva y de ocio que la crisis hizo imposible rentabilizar. Y proyectó a la Comunitat Valenciana en espacios nuevos, principalmente Italia y Estados Unidos, convirtiéndose en destino turístico para sus nacionales a partir de aquel momento.

Sin embargo, la corrupción lo emponzoñó todo, despató las verdaderas intenciones que había tras algunos proyectos y convirtió otros potencialmente positivos en un empeño amargo y negativo. Primero fue la oposición al PP, toda la oposición; después fueron los ciudadanos quienes retiraron su confianza en los gestores del PP marcados por las prácticas Gürtel; y por último están siendo los jueces quienes están presentando las facturas penales de aquellos desmanes.

Pese a todo, es obligación de los gobernantes sacar el máximo partido de los recursos públicos. La Zona de Actividades Logísticas del puerto de València, creada hace diez años sobre la productiva huerta de La Punta, continúa cubierta de hierbajos y tiene una sentencia del Supremo que la declara ilegal, pero no parece muy eficiente labrar el asfalto y quitar redes de agua, luz y ferrocarril después de instaladas. Así que algo habrá que hacer para resolver la situación sin castigar las arcas públicas. El ayuntamiento acaba de vender a un empresario, en subasta pública, las seis motos Harley Davidson que adquirió para que la Policía Local escoltara al papa benedicto XVI cuando viajó a València en 2006. Cobrará por todas un poco más que lo que costó una sola, pero mucho peor es que se pudran en un almacén municipal hasta que se conviertan en chatarra.

Pues ocurre lo mismo con la Marina de València. No se trata de que Joan Ribó o Ximo Puig acudan a ferias internacionales para tratar de captar actividad o eventos (que tampoco pasaría nada si lo hicieran) pero si una competición de vela de primer nivel mundial deja una ciudad vecina por propia voluntad y se pone a buscar sede, parece conveniente llamar y preguntar. Llegados a este punto, hay que saludar como novedad que figuras destacadas de los llamados "gobiernos del cambio" se despojen de complejos pasados y se muestren dispuestos a pujar por proyectos que las comunidades autónomas y las ciudades necesitan en un escenario de competencia global. La vicealcaldesa Sandra Gómez fue la primera en plantear que si el congreso de móviles de Barcelona, el gigantesto Mobile, dejaba Cataluña por algún motivo, València estaba en condiciones de acogerlo. La celebración de los partidos de cuartos de final de la Copa Davis de tenis entre España y Alemania ha implicado al presidente Puig y al alcalde Ribó en una delicada operación de rescate de eventos deportivos internacionales, que regresan a la Comunitat sólo si representan un gasto asumible y tienen un retorno social o económico. El conseller Vicent Marzà ha expresado públicamente su respaldo a que se negocie con la World Race en ese marco. Que sea bienvenida esta nueva mirada. Hay un patrimonio que administrar y rentabilizar, y dejarlo improductivo es también una forma de despilfarro, palabra maldita que marcó un tiempo y no puede regresar.

Compartir el artículo

stats