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Aporofobia

Mira, chica, si sigues dándoles algo a todos los pobres que se acercan a la mesa, ya no voy a salir más contigo ¿es que no ves que si le das a uno vienen todos los otros detrás?

-Oigan, señoras, es que tengo tres hijos y llevo mucho tiempo parado ¿me comprarían este cenicero artesano? Los hago yo.

-Fíjate, Pitita, es muy bonito. Lo ha hecho con una lata de Fanta.

-Sí, una auténtica monada. Así le hace compañía a los cuatro mecheros que has comprado, a la pulsera de conchas marinas y a las varitas de pachuli. Esta mesa se va pareciendo ya a un bazar.

-Gracias, señoras, tengan buena tarde.

Pitita enciende muy nerviosa un cigarrillo y yo le ofrezco el cenicero de la Fanta.

-Bueno, espero que ésta sea tu última adquisición de la tarde ¿pero tú no te das cuenta que con este trasiego no nos dejan ni hablar? ¡menudos pesados! Y te digo yo una cosa, que te están engañando. Dicen que piden para comer y no es eso. En este país hay comedores sociales y a nadie se le niega un bocadillo ni tampoco una cama en los albergues€

-Y si es así, ¿por qué tantas personas duermen en los cajeros?

-Pues€ porque son muchos, demasiados, vienen de sus países, muertos de hambre, y se creen que esto es Jauja. Y no, aquí no podemos acoger a todos los pobres del mundo.

-Bueno, Pitita, la crisis mundial ha creado a muchos mendigos. Era gente que llevaba una vida normal y, por las circunstancias, se han convertido en marginales. No es justo que el capitalismo cree lacras de las que luego reniega.

-¿Y ahora me vas a venir con un discursillo comunista? Desde luego, chica, tú me quieres dar la tarde€

-Pero es que la aporofobia€

-¿La aporofobia?

-Sí. Leo reportajes sobre la aporofobia y me paralizo de horror. Hoy día llegar al extremo de la mendicidad no es tan difícil. Los despidos exprés, el impago de las abusivas hipotecas, los contratos basura, las pensiones raquíticas, los desahucios€pueden llevar a un ciudadano medio a dar con sus huesos en la intemperie.

Así se convierte de la noche a la mañana en un maldito, en una criatura incómoda, en un blanco fácil para la crueldad de los que no tienen principios ni empatía.

Aquellos valores morales que nos transmitió la educación religiosa, con sus pros y sus contras, no han sido sustituidos por nada; la sabiduría podría haber sido un magnífico suplente, pero no se ha contemplado como alternativa. Los contenidos bajan hasta lo ínfimo; fuera las lenguas clásicas y la filosofía, fuera todo€

Chicos, amparados en la ignorancia y la amoralidad, sin ningunos escrúpulos se dedican a atormentar a estos mendigos con suficiencia psicópata. El ritual de humillar y agredir a un indigente forma parte de la diversión. Salen de las discotecas y, como broche, aporrean a un mendigo o incendian un cajero donde duermen transeúntes, que se rinden al pánico, redoblado por la claustrofobia.

Si el mendigo es mujer, la oferta de diversión, se multiplica. Muchas han sido agredidas sexualmente, forzadas y violadas.

Menores adolescentes, veinteañeros ¿en qué engaño viven? ¿Cuánto les va a durar esa supuesta superioridad? Sin formación, sin un escudo que no es más que la sobreprotección de padres irresponsables y leyes equívocas, a los treinta también podrían ser carne de calle. Gente que sufrirá las mismas humillaciones y agresiones que infligen. Los minijobs, los nulos recursos aprendidos, su incapacidad para defenderse por sí mismos los puede arrastrar a igual intemperie.

Pero esos otros, muchachos de familias pudientes, no creen que tengan nada que temer. Tendrán el aval de sus privilegios y, encumbrados por sus prebendas, no verán un ser humano en quien vive en la miseria. Pueden patear la cabeza de un mendigo, violar a la mujer que duerme cubierta por cartones y, a la vez, quién sabe si algunos son capillitas, ya ni siquiera eso se ve incompatible.

He estudiado en un colegio religioso donde se proclamaba la igualdad del ser humano, el respeto a todos nuestros congéneres y, en la universidad, aprendí la misma lección de Rousseau y de Voltaire. Con Dios y sin Dios, este fascismo troglodita es intolerable.

Un chico de diez años golpea a su profesor porque es menor e impune, cuando tiene trece golpea a otro chico de su edad por gusto, pues es menor y tampoco ello será penado y, cuando alcance los veinte ya estará lo bastante endiosado como para arremeter contra lo que considera escoria de la sociedad ¿Por qué se permite que esto ocurra?

A estas alturas- es una expresión- es poco decir que estamos regresando a los tiempos del primer franquismo, el segundo, con el dictador fuera de juego, casi era ya democrático. Esto, en fin, me parece más propio de la esvástica hitleriana. Qué bajón.

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