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Esperma chino

Nunca imaginé que en China hubiera donantes de esperma, pero los hay. Ha sido como descubrir que en Murcia hay donantes de pimientos o que se piden donantes de bendiciones en el Vaticano. Siempre he imaginado el juego fornicatorio del bien llamado gigante asiático como una inundación de oropel jupiterino (por decirlo suave), pero ya ven, hay donantes de esperma y además vienen con manual de instrucciones: se les exige juventud y lozanía, buena salud, no padecer sobrepeso, daltonismo o calvicie (eso es un golpe bajo) y, encima «amar a la patria socialista y ser leales a las tareas del partido». Lo del daltonismo debe ser para que no levanten el puño al paso de la bandera del Islam.

¿Es posible transmitir los ideales políticos a los hijos? No sé, cuando era estudiante los rojos más aguerridos que pasaban por mi casa -y pasaron unas docenas- eran hijos de coroneles y generales. Franquistas, por supuesto. Es decir que sufrían el efecto rebote, como el champú. Algo más tarde tuve un director en la tele que cuando íbamos en plan reivindicativo nos espetaba que su papá era republicano, o sea que era un hombre con fe en la trasmisión genética del disenso dentro de un orden y siempre que no me jodáis un par de asuntos que ya tengo encarrilados. Si no se fían de mí, y tal vez hagan bien, lean lo que Adolf Tobeña, dice en Neuropolítica, un libro muy interesante: que puede haber entre un treinta y un cuarenta por ciento de influencia genética en nuestras opciones políticas; el resto, es ambiente, cultivo (o barbecho), opción y sensibilidad libres o ganas de fastidiar a papá.

A los chinos, por volver al principio, los veo muy confucianos, pero yo soy más taoísta: hay que gobernar el imperio como se fríe un pajarito (el ejemplo es anterior a la corrección política). Con el debido respeto, me parece que lo que menos necesitan los chinos es donantes de semen peludos pero sumisos y tiernos (como el oso panda), sino una docena de tipos como Kropotkin y emisoras de rock and roll, que les va a salir chepa de tanto inclinarse ante la autoridad (in) competente.

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