En sueños anoche, me encontraba en la playa y veía que una dama avanzaba lenta pero sin detenerse hacia el fondo del mar. Nada pude hacer sino mirarla porque era un sueño de esos en que nos quedamos mudos y no podemos movernos.

Cambié la mirada por un momento. Cuando intenté volver a observarla, ya la mujer había desaparecido y, en vez de ella, planeaba sobre el cielo alguna constelación desconocida.

Lo que se hundió bajo las olas pudo haber sido Alfonsina Storni, la poetisa argentina que inspirara la canción «Alfonsina y el mar» y también pudo ser la voz dulce de Violeta Parra. Fue cualquiera de ellas, pero también fue otra.

Fue Mercedes Sosa. Por obra de su voz, esa canción se identificó con ella y se convirtió en patrimonio intemporal de las generaciones. Y por eso, así nosotros como nuestros padres y así nuestros hijos como nuestros nietos -que la recibirán en iPods- todos diremos que esta música perteneció a nuestro tiempo y que es inseparable de nuestra propia nostalgia.

«Te vas Alfonsina con tu soledad ¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar? / Una voz antigua de viento y de sal te requiebra el alma y la está llevando / Y te vas hacia allá como en sueños dormida, Alfonsina, vestida de mar...».

En el recuerdo de todos, sólo la voz extensa y tucumana de la «Negra» Sosa repetirá las notas e imágenes de esa canción como de otras argentinas y latinoamericanas que interpretó y será la palabra de un continente que -durante la mayor parte de nuestra vida- sólo fue dueño de amor y de protesta, y de tanto dolor como esperanza.

«Hablo de países y de esperanza?. Hablo por la vida, hablo por la nada».? Cuando el pasado sea sólo dudoso recuerdo, Mercedes Sosa dará testimonio de lo que ocurrió aquí, en más de la mitad de América del Sur. Su voz, como la luna tucumana, recorrerá las tierras donde se produjo el holocausto de decenas de miles de hombres, mujeres y niños con el que las bestias habían decidido suspender la historia.

Entonces, perdurará el canto y renacerá la creencia en el futuro. Videla, Pinochet y Fujimori serán sombras y espectros cuando la gente vuelva a cantar: «¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón».

Es bueno recordar que cuando se produjo el golpe de Estado de 1976, Mercedes permaneció en Argentina en un momento en que sus discos eran incinerados por las autoridades y sus ideas izquierdistas prohibidas la ponían en peligro de muerte. A pesar de que entonces la dictadura y el crimen se impusieron a costa de las bayonetas de unos y de la resignada complicidad de otros, cuando el futuro sea presente, su voz será un símbolo de que la perversidad no prevalece.

Como Woody Guthrie o como Bob Dylan, como Joan Manuel Serrat o como Joaquín Sabina, además de sus propias composiciones, Mercedes hizo suyas canciones tradicionales y poemas a los cuales confirió el don de vivir fuera del tiempo. También mercedizó nuestros recuerdos, y de ahora en adelante, las memorias de una persona a la que amamos o de una calle por la que caminamos una vez se confundirán con el título y los acordes de alguna de sus canciones.

Vivir sin música es vivir sin soñar, y yo he soñado anoche, y en mi sueño la mujer sigue avanzando hacia el fondo del mar mientras una voz que no cree en la muerte le pregunta: «¿Qué poema nuevo fuiste a buscar? Y te vas hacia allá como en sueños dormida, Alfonsina, vestida de mar...».