Sobre el asunto de si el alzamiento contra toda ta legalidad vigente acaecido en Catalunya fue violento o no, se están diciendo verdaderas frivolidades. Para empezar, hay que advertir que en Catalunya desde hace décadas se vive una violencia estructural, soterrada y a veces explícita, contra todo el que no comulga con el ideario catalanista. Así, en la escuela pública los padres no pueden escolarizar a sus hijos en la lengua materna y oficial del Estado, vamos, en castellano, por cierto mayoritaria en Catalunya, lo que es aparte de una excepción en Europa, un acto de clara agresión contra los menores de edad y sus progenitores por el grave desprecio y marginación que supone a algo tan esencial e íntimo como es su lengua.

Del mismo modo en muchos ámbitos, especialmente docentes y universitarios, y en la esfera pública y política, y por supuesto en la cultural, el expresarse en castellano está mal visto, por lo que en los colegios, institutos, universidades e instituciones se agrede y margina desde hace muchos años a los catalanes que hablan en castellano. Y hay múltiples ejemplos de mobing y bullying por este motivo. Personalmente conozco casos de profesores de instituto que enterados sus alumnos de que pertenecían a Ciudadanos -hoy el partido más votado en el principado- han sido y son víctimas de acoso por sus alumnos y de marginación por parte de sus compañeros.

Como ejemplo explícito de estas agresiones contra, no se olvide, la mayoría de la población catalana, baste recordar que en Catalunya se multa a los empresarios y comerciantes por rotular en castellano. Todos estos excesos y agresiones han llevado a muchísimas personas a exiliarse durante décadas de Catalunya, y como ejemplo conocido por todos citaré a la última estrella del rock español, Loquillo, que como motivos para abandonar el principado ha aducido esta opresión. En el mismo sentido, uno de los hombres más importantes de nuestro teatro, Albert Boadella, explícitamente se reconoce como exiliado por todas estas violencias y agresiones estructurales contra, sin embargo, la mayoría de catalanes: porque como aquí se advertirá se da el siniestro caso de que una minoría ha violentado durante decadas en aspectos tan íntimos y preciados como su lengua, o su libertad a una mayoría social.

Sea ello, pues, motivo del oportuno estudio, pero en este contexto no se puede olvidar que los independentistas radicales tuvieron un grupo terrorista propio, Terra Lliure, y que durante el alzamiento de septiembre pasado se agredió a la Guardia Civil durante el registro de la Conselleria de Economía, así como también durante la celebración del referéndum ilegal del 1 de octubre se agredió a las fuerzas de orden público y éstas repelieron estas agresiones. La violencia, además, hoy continúa con los autodenominados Comités de Defensa de la República. Por eso, lo cierto es que en una región de España durante décadas se ha violentado y marginado a la mayoría de la población, esencialmente por tener como lengua materna el castellano. Todo esto aderezado con persistentes y conocidos mensajes de odio a todo lo español, y con graves acusaciones de que Catalunya era objeto de robo por España.

Violencia sin duda estructural propiciada y financiada por las autoridades catalanas durante lustros, que culmina con los explícitos actos violentos de todo tipo contra los defensores de la Constitución democrática en los días de septiembre y octubre pasado. Violencia que continuó en aquellas fechas acosando hasta en muchos casos expulsar a las fuerzas del orden de sus hoteles. Y que hoy continúa contra la Constitución democrática y sus defensores y contra, no se olvide, la mayoría de los catalanes, por los piquetes violentos de los fascistas que se dicen defensores de una república bananera y que mayormente están violentando en estas fechas el sacrosanto y esencial derecho a desplazarse de los catalanes y las catalanas. Por eso, sin duda, el alzamiento contra nuestra democracia, contra la ciudadanía catalana, la mayoría de esta, y contra los defensores de nuestro orden constitucional, ha sido y es por parte de los cabecillas independentistas catalanes y sus huestes, violento y desde sus origenes hasta las últimas y presentes circunstancias.

Esta violencia ni se puede negar ni se puede obviar. Es hora de terminar definitivamente con ella. Catalunya tiene derecho a ser igual de pacífica y de democrática como lo son actualmente la mayoría de regiones europeas. Y sobre todo han de prevalecer por fin los legítimos derechos e intereses de la mayoría de los catalanes y catalanas.