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El antes y el después

Por desgracia, en periodismo no todo son las investigaciones sobre las denuncias por abusos sexuales del productor de Hollywood Harvey Weinstein, que han acabado con el depredador de mujeres en el ostracismo, y con los firmantes de los reportajes en The New York Times y The New Yorker ganando el Premio Pulitzer. Tampoco todo lo que se publica tiene la calidad de las noticias dadas por eldiario.es sobre el máster falso de la presidenta de la Comunidad de Madrid, que han terminado con Cristina Cifuentes devolviendo el título que nunca ganó ni mereció, y con los periodistas que demostraron su fraude en la picota de la caverna porque, claro, Spain is different. Por debajo de estas noticias que nos devuelven la fe en la importancia de los medios de comunicación para corregir los excesos del poder, hay otras menos explosivas pero también relevantes para la opinión pública.

Junto a ellas se suelen leer historias bonitas, o feas, emocionantes o escalofriantes, pequeñas o grandes, locales o internacionales, pero igualmente interesantes. Y por último, salpicando los soportes físicos y sobre todo digitales, se han colado contenidos infumables con la idea de que los lectores se hartan de leer lo que vale la pena ser leído, y necesitan divertirse y relajarse un rato con chorradas. Este fangal de asuntos intrascendentes, delirantes o directamente idiotas se alimenta de banalidades que han de salir baratas, y la primera que se le ocurre a cualquiera consiste en poner el foco en el físico de las mujeres. Así se ha creado ya un nuevo género periodístico consistente en «el antes y el después» de Fulanita o Menganita que se emplea sin rubor incluso en las cabeceras más serias.

Resulta que el notición es que la presidenta de Andalucía ha ido a la Feria de Abril vestida de faralaes y ha quedado claro que está mucho más delgada que el año pasado, como bien demuestran las fotos del antes y el después. El medio revela que se ha puesto a dieta, pues se había quedado gorda después de parir, así como su dieta y otros datos a todas luces aportados por algún asesor que lamentará ser tan lenguaraz cuando las tornas se inviertan y Susana Díaz gane peso. Ojalá no ocurra, de verdad, empatizo con ella. El antes y el después de la ex vicepresidenta del Gobierno Teresa Fernández de la Vega. El de la reina Letizia. El de Rosa de España. El de Alicia Sánchez Camacho. A veces el titular se escandaliza: «¡Pero qué le ha pasado a Catherine Zeta-Jones!», con una foto de la actriz con una luz pésima hace dos noches y otra de cuando contaba veinte años. O hace sonar las alarmas colocando juntas dos instantáneas del antes y el después de Charlize Theron, en las que se demuestra claramente que ha cogido un par de kilos.

Si se desea hacer una recopilación de personas que han cambiado, envejecido, engordado o pasado por el quirófano, hay una serie de señores que siempre quedan bien en el antes y el después, para acompañar a las mártires del paso del tiempo, como Silvio Berlusconi, Sylvester Stallone, Julio Iglesias, Michael Jackson o Mickey Rourke. A la periodista Elisa Beni, que acostumbra a jugar fuerte en sus apariciones televisivas y en sus artículos de opinión, le publicaron hace un par de semanas en Twitter el antes y el después de su rostro, en plan argumento definitivo e incontestable para cerrarle el pico. Lejos de amilanarse, ella respondió al «machista estúpido» que la había puesto en el escaparate que los cambios respondían al tratamiento de una enfermedad rara. Lo de ella tuvo cura, no así la necedad de su adversario, un cretino antes y después.

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