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¿Acudirá el PNV al socorro de Rajoy?

El comunicado de ETA pidiendo perdón a las víctimas y el inminente anuncio de su disolución son una gran victoria de la democracia española. Aunque no siempre de acuerdo, los dos grandes partidos supieron vencer a la banda terrorista. Y la oferta del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero de una negociación fue relevante al consumar el divorcio -ya existente desde la tregua con José María Aznar en 1998- entre el mundo de la izquierda abertzale, encabezado por Arnaldo Otegi -que quería hacer política y tocar poder- y el terrorismo de ETA que les condenaba a la marginalidad y a la cárcel.

Hoy, la noticia puede parecer menos relevante porque ya hace años que ETA ha desaparecido de las preocupaciones de los españoles. Y Euskadi, liberada de la violencia, vive hoy una explosión de bienestar. Lógico en una de las zonas más ricas y dinámicas de España cuando la crisis económica va quedando atrás.

Y el PNV -el partido de las clases medias nacionalistas- puede ser hoy un ancla de estabilidad en la política española. Previo pago, por descontado. Así acaba de decir que el próximo jueves permitirá que los presupuestos del 2018 pasen su primer trámite en el Congreso. No garantiza su voto definitivo la segunda quincena de mayo -pendiente todavía del 155 en Cataluña- pero si el 155 sigue vigente entonces será porque los independentistas no han querido -o sabido- usar su mayoría para elegir un president. Entonces el PNV puede despegarse. ¿Por qué ser solidarios con los que se disparan en su propio pie?

Y el primer paso para los presupuestos es un balón de oxígeno para un Mariano Rajoy atribulado por los graves problemas del PP y del Gobierno. El caso de Cristina Cifuentes es la quintaesencia del drama del partido: no saber resolver de forma acorde con los tiempos los múltiples casos de corrupción que le envuelven. En este caso, no repulsivamente crematística, pero sí aparatosamente académica. En Alemania hay ministros que han dimitido a los dos días de descubrirse el plagio parcial de su tesis doctoral.

Por eso Rajoy ha decidido, al menos por el momento, seguir las tesis de Dolores de Cospedal y no entregar la cabeza de la presidenta madrileña, aunque implique perder la Comunidad de Madrid. Veremos lo que pasa finalmente, pero las tesis Cospedal se resumen en tres frases. Una, al PP los escándalos le hacen mucho daño mediático pero le castigan poco electoralmente y lo de Cifuentes es pecado venial comparado con la Gürtel. Dos, arriesgarse a perder Madrid es doloroso pero ceder ante el chantaje de Albert Rivera es consagrarle como el partido ascendente que sube imparablemente. Tres, aguantar a Cifuentes coloca a Ciudadanos en una posición incómoda. Si al final no vota la censura quedará claro que Rivera está más cerca de ser un tigre de papel que el Emmanuel Macron español. Y si finalmente la vota aparecerá ante todo Madrid -y toda España- como una opción poco fiable para el votante de derechas. Y en la campaña de las autonómicas y municipales del 2019 el PP podrá gritar que Rivera es el caballo de Troya del PSOE y que votar Cs es -como se habrá visto en Madrid- hacerlo a un partido que une sus votos al PSOE y a Podemos para echar a la derecha. Sin justificación, porque Cifuentes no está imputada.

Pero el calvario de Rajoy no se acaba aquí. Cataluña sigue. Al puñetazo de la negativa de los jueces alemanes a extraditar a Carles Puigdemont por rebelión, se une ahora la grave colisión entre el auto de procesamiento del juez Pablo Llarena que acusa a los dirigentes independentistas -en base a informes de la Guardia Civil- de malversación y las rotundas afirmaciones de Cristóbal Montoro de que en el procés no se ha usado dinero púbico porque Hacienda controlaba a la Generalitat.

Y este choque tiene consecuencias. La más grave es que Alemania -en base a las afirmaciones de Montoro- puede denegar también la extradición por malversación. Entonces el Supremo -y España- quedarían en ridículo. La segunda es menos grave pero molesta. Da gasolina a Rivera para su campaña de criticar al PP -si Llarena y la Guardia Civil tienen razón- por haber sido pusilánime frente al independentismo.

Rajoy aguanta -es su gran activo- pero se tambalea. No bien sale de un charco, se mete de inmediato -por méritos del PP o de su Gobierno- en otro que no es menor.

Macron: respaldo del 42%. ¿Suficiente?

Emmanuel Macron llegó a la presidencia hace casi un año con dos grandes ideas: hacer más competitiva a la economía francesa a través de reformas liberalizadoras, y dar pasos hacia la Europa unida reforzando la zona euro. ¿Cómo le va? Ya está claro que no lo tiene fácil. En el frente interno encuentra muchas resistencias. Ahora tiene una huelga larga (tres días de cada cinco) de los ferrocarriles franceses, un bastión del sindicalismo corporativo. Y conflictos en Air France y algunas universidades. Pero asegura que no va a ceder y el domingo por la noche se sometió a un interrogatorio de tres horas en televisión con dos periodistas nada dóciles, uno de ellos el director de la web «Mediapart» que ha destapado muchos escándalos. Salió vivo.

Y lo mismo sucede en las encuestas. Fue elegido presidente con el 23 % de votos en la primera vuelta y el 66 % en la segunda (contra Marine Le Pen). Ahora su popularidad, según el último sondeo del semanario «Paris Match», está en el 42 %. No es mucho, pero sí satisfactorio si se compara con el 21% de Francois Hollande y el 28% de Nicolas Sarkozy cuando llevaban el mismo tiempo en la presidencia.

El frente externo no es menos complicado. Alemania, sin el europeísta Martin Schulz al frente del SPD, es reticente. Angela Merkel entreabre la puerta a un fondo monetario europeo -pendiente de concretar- y a más colaboración económica pero prima los esfuerzos internos de los países para ganar competitividad (cita a España, Portugal e Irlanda) sobre la solidaridad. Y los diputados de la CDU temen -como Holanda y otros gobiernos- que la solidaridad conduzca a que sus ciudadanos paguen más en beneficio de los del sur. Así, las ideas de Macron de un presupuesto de la zona euro, un ministro de finanzas y un fondo europeo de garantías bancarias deberán esperar. Sin olvidar que en Italia todavía no hay gobierno y han ganado los antieuropeos.

Macron no tira la toalla. Sabe que con Merkel -por convicción y por interés- algo conseguirá porque Europa -pese a las reticencias de los gobiernos del norte- está ante el dilema de avanzar o arriesgar demasiado. La cumbre europea de julio será importante y mientras Macron potencia la imagen de la Francia en construcción (basada en la fusión en un solo partido de liberales y socialdemócratas) y la próxima semana estará en Washington, donde Donald Trump -con el que parece haber logrado una buena relación pese a las diferencias- le ofrecerá dos cenas en la primera visita de Estado que recibe. También hablará ante el Congreso americano.

Cuando el jueves vuelva a París, la huelga de la SCNF (más potente que la Renfe) le seguirá plantando cara.

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