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Matías Vallés

ETA vuelve a los titulares

ETA vuelve a los titulares. Los ojos contemporáneos, habituados a la revisión telegráfica del quiosco digital a la misma velocidad que un campeón de ajedrez memoriza el tablero, han recibido con sorpresa el impacto de las tres letras mayúsculas asesinas. Estaban arrinconadas en el polvoriento desván, y regresan solo para morir. No puede sorprender su discriminación de las víctimas en el momento del mutis, asombra que alguien les exija un poso de nobleza.

Antes de enredarse en euforias reverdecidas, conviene recordar que Le Monde y los gigantes informativos europeos denominaron "movimiento separatista" a ETA hasta el final de sus días, sin adjuntarle nunca el componente violento que la definía. Aunque el PP propende a atribuirse incluso la Reconquista de Granada, el liquidador de ETA se llama Alfredo Pérez Rubalcaba. El ministro de Interior y vicepresidente de Zapatero puso en marcha una estrategia magistral para asfixiar a la banda, al tiempo que dejaba un resquicio para los partidos abertzales aledaños. Todo ello, mientras la caverna le pedía la ilegalización hasta del PNV. Por cierto, el socialista actuaba en conexión y sintonía ininterrumpida con Federico Trillo, por las mismas fechas en que un Rajoy de talante deplorable acusaba a Zapatero de traicionar a los muertos.

Por aquellos tiempos, Rubalcaba me dijo una frase que sintetizaba su fenomenal estrategia. "Hay que dejarles que gobiernen". En efecto, las amenazas más candentes se han diluido en cuanto los antaño revolucionarios han tenido que encargarse del alcantarillado y del alumbrado. Ahora pierden elecciones en su Patria, el libro de Aramburu que ha curado a millones de lectores de españoles de la angustia aneja al fenómeno etarra.

La estocada definitiva de Rubalcaba no hubiera sido posible sin la hercúlea labor previa de Baltasar Garzón, desde la innovación de situar al entorno de ETA dentro del perímetro de la acción terrorista. Es una vergüenza colectiva que el juez amenazado de muerte por los etarras, y que les plantó cara con singular éxito, fuera expulsado de su carrera con ignominia. Se le castigó por volver a acertar en Gürtel.

Más allá de los empeños personales, ETA fue arrasada por la fuerza demoledora de la historia. Rubalcaba recibió a una banda desgastada y completamente infiltrada por los cuerpos policiales. Y sobre todo, hundida por el 11S neoyorquino. Una vez que Al Qaeda eleva las apuestas mortíferas del terror a una dimensión monumental, con más de tres mil muertos y cuatro aviones estrellados en una sola acción, el último terrorismo nacional de Europa pierde su razón de ser. La matanza había cambiado de escala. Cuando llega el 11M, y pese al despliegue contraproducente de Aznar para engañar a los ciudadanos, lo etarras se desmarcan de la atrocidad. Los nuevos terroristas se inmolaban, solo compraban pasaje de ida. ETA quería la muerte con firma pero sin sacrificio, la ejecución profiláctica del piloto de dron.

En septiembre de 2010, un representante de ETA entregó un vídeo a la BBC donde la banda anunciaba el "cese de acciones armadas". Este episodio fue más importante que el comunicado de ayer. El intermediario le confió a los periodistas británicos que "Cataluña ha conseguido mucho más que nosotros sin un solo muerto". Es oportuno recordarlo.

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