Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Educación emocional

Creo que la mayoría de las personas que están leyendo estas líneas saben que en los siete primeros años de vida se forma nuestra personalidad. Durante ellos, aprendemos a hablar, caminar, escribir, leer?, pero lo más importante es que aprendemos a vivir. Nacemos perfectos, con un potencial, por supuesto, determinado por los genes, pero, según haya sido el embarazo de nuestra madre y el apego posterior a ella, la educación en esta etapa y la influencia del entorno, así será nuestro futuro devenir en este planeta. Por eso, los padres y madres tienen un papel muy importante. De hecho, el bebé debe poder desarrollar un vínculo de confianza durante sus primeros años de vida hacia su principal cuidador, que suele ser la madre, y que es indispensable para el buen desarrollo de su personalidad. Las primeras relaciones con ella van a ser el modelo de la manera que va a tener de relacionarse afectivamente con otras personas y consigo mismo. Por otra parte, la forma en que los padres expresen sus emociones va a ser el modelo que aprenderán para contactar con las suyas. Por eso, la mejor herencia que podemos dar a nuestros pequeños es atención, cuidado, amor sin límites y una buena educación emocional, indudablemente complicado, porque nadie nos ha enseñado, ni se enseña en la actualidad, a manejar nuestras emociones. Por eso, de todo ese dantesco show de descontrol emocional que han montado las reinas de España, personalmente, lo que más me ha impresionado ha sido la mirada de asombro e incertidumbre de la pequeña. Y, quizá, miedo y sufrimiento -eso sólo ella lo sabe- al tener que desagradar a uno de sus mayores. Sin duda, todos queremos paz, equilibrio, diversión, alegría. Pero, la vida nos plantea desafíos continuamente. El proceso de estar vivo implica oscilaciones entre el conflicto y el bienestar. De ahí que si, a lo largo de nuestra existencia, experimentamos vergüenza de nosotros mismos, dependencia, culpabilidad o confusión, si hay sentimientos de inferioridad o superioridad, si nos aislamos demasiado o no podemos estar solos, es que nuestro niño interior paró su crecimiento personal en alguna etapa. Y, aprender a localizar esas fases es esencial para recuperar a ese niño/a que vino a este mundo para interpretar su baile, y se le olvidó cómo se hacía. De ningún modo tenemos por qué permitir que la programación de nuestro pasado nos controle el presente y el futuro.

Compartir el artículo

stats