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Macron y el dedo de Olaf

La escena transcurre en un momento impreciso y con el decorado de las reformas de la Unión Europa para profundizar en la integración económica. Habla un francés, que pide más madera (completar la unión bancaria, crear un fondo monetario europeo, un presupuesto común, un superministro de Economías para la región monetaria). Responde un alemán que mueve el dedo índice en señal de negación: "No puede darse una situación desequilibrada en la que unos aporten los recursos necesarios y otros no cumplan con crear las condiciones necesarias".

La prueba consiste en adivinar de quien es la frase. Quienes durante la crisis del euro aprendieron a pronunciar el nombre de Wolfgang Schäuble, el anterior ministro de finanzas de Ángela Merkel, habrán pensando en él automáticamente. Porque esa eufemística declaración suena al cuento de siempre: los recelos de las hormigas del Norte frente a las cigarras del Sur.

Perfectamente podrían haber sido palabras del "Ironside" de la austeridad, pero no, el autor es Olaf Scholz, nuevo ministro económico procedente de las filas socialdemócratas. El francés es Emmanuel Macron, que ganó la presidencia de la república gala abrazado a la bandera del eurosoberanismo y con ella alejó a la neofascista Marine Le Pen del Eliseo. Macron quiere más Europa -esta semana intentará con Ángela Merkel un acuerdo para un plan de reformas- y Berlín enfría su entusiasmo, esta vez encargando del agua fría al socialdemócrata Olaf.

¿Acaso esperábamos un viraje nítido de Alemania hacia la mutualización de riesgos en la eurozona a lomos de la Gran Coalición? Pese a los compromisos del SPD de empujar a la rocosa Merkel y a su democristiana CDU hacia una unión económica más profunda, el realismo político sugiere que el horno no está para muchos bollos en un parlamento alemán donde la primera fuerza de la oposición es la ultraderechista Alternativa para Alemania, que gustosamente envenenará el debate doméstico diciéndoles a los alemanes que la coalición gubernamental pretende arriesgar los ahorros de las familias aceptando la creación de un fondo de garantía de depósitos común para completar la unión bancaria o destinar los impuestos que pagan los laboriosos teutones a pagar los excesos de los ociosos del Sur en un nuevo presupuestos europeo. Mejor no meneallo mucho, pensarán en el gabinete bicolor de Merkel, que por otra parte se financia casi gratis en los mercados y no tiene estímulo alguno para arriesgar esa posición compartiendo riesgos de otros.

Antes que nada, que Macron demuestre su credibilidad como reformador dentro de Francia, pensarán también en Berlín del renovador galo, que va de colisión en colisión con los sindicatos. Tal parece que de aquí a junio, cuando presumiblemente se definirá la ambición de los cambios en la UE, oiremos fanfarrias y grandes palabras de un francés y otra vez a un alemán moviendo el dedo.

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