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Julio Monreal

"Nerea ya no coge el teléfono"

Los integrantes del tripartito que gobierna la Generalitat, la Diputación de Valencia y centenares de ayuntamientos se fustigan estos días tras la derrota de Alicante, la pérdida de la alcaldía de la ciudad que habían reconquistado tras dos décadas de poder popular pasado luego por el banquillo, como tantas veces.

Los portavoces de PSPV-PSOE, Compromís, Podemos y Esquerra Unida han acuñado el concepto de «belmontazo», convencidos de que la tránsfuga de Guanyar (Podemos+EUPV en Alicante) se ha dejado llevar, y hasta comprar, por los populares para no apoyar a la candidata socialista Eva Montesinos y facilitar el regreso de los conservadores con Luis Barcala en la vara de mando tras la dimisión del imputado Gabriel Echávarri.

Pasan por alto quienes acusan a Nerea Belmonte de haber caído en la tentación que ellos mismos también actuaron como el demonio en el desierto con Jesucristo en el Evangelio según San Mateo. La imagen de todo el poder del PSPV-PSOE sentado a la mesa con la tránsfuga Belmonte intentando convencerla después de haberle quitado el sueldo pasará a la pequeña historia política valenciana. El secretario de organización, José Muñoz; el secretario de Política Institucional, Carlos Fernández Bielsa; el secretario de los socialistas de Alicante, Miguel Millana, y la candidata Eva Montesinos, cortejaron a la propietaria del escaño número 15 de los 29 del pleno hasta la misma noche anterior a la votación del jueves, hasta el mismo momento en que uno de los negociadores llamó al centro de mando para informar: «Ya no nos coge el teléfono». La suerte estaba echada.

La izquierda se consuela y se refugia en el «belmontazo» recordando que antes hubo una Maruja Sánchez en Benidorm que abrió las puertas de la política a Eduardo Zaplana; que hubo en València un Francisco Martínez León que abandonó Unión Valenciana y estuvo a punto de apoyar una moción de censura contra Rita Barberá; o que en Madrid la pareja Tamayo-Sáez impidió en el último momento que el socialista Rafael Simancas se convirtiera en presidente de su comunidad cuando todo estaba pactado. Pero sus militantes y sus votantes, que resultaron ser mayoría en Alicante en 2015, se preguntan si no se había podido hacer más para evitar esa derrota.

El revés más importante es, desde luego, para los socialistas de Ximo Puig, el primer tropiezo significativo en casi tres años de mandato. Compromís tiene una creciente, aunque escasa, implantación en Alicante, y que caiga un alcalde del PSPV-PSOE ahora que se atisban en el horizonte las tensiones por la campaña electoral y la necesidad de diferenciarse no les hace demasiado daño.

Este mismo análisis sirve para Guanyar-Podemos. Su portavoz en las Corts, Antonio Estañ, ha sido el primero en descartar un intento de moción de censura para recuperar el gobierno de la segunda capital valenciana, una operación política para la que hay de plazo límite hasta el 26 de mayo, un año antes de la fecha de las elecciones de 2019, y que sólo podría darse con el voto de la tránsfuga Belmonte o con los de Ciudadanos. Convendría que aclarasen lo que quieren hacer, porque tan pronto amenazan con dejar de apoyar al gobierno del Botànic por un quítame allá esas pajas como anuncian su entrada en el gabinete con responsabilidades de gestión. Tienen su estrategia, seguro, pero a veces en muy difícil seguirla. No hay más que observar lo que les ocurre estos días en Madrid.

Para los socialistas es la parte principal de la derrota. Tuvieron que prescindir de su alcalde Echávarri, imputado en dos causas (aunque administrativas, subrayan siempre), atrincherado y aislado por su propia mala cabeza, cuentan las crónicas. Y no han logrado mantener el puesto con otra persona. Los gobiernos de coalición son la suma de varios, pero los alcaldes son los alcaldes, los que deciden, los que aparecen en las fotos y las estadísticas nacionales, y ese activo es el que pierden los socialistas y pasa a su principal rival, el Partido Popular.

Luis Barcala es desde el jueves la viva imagen de la alegría, con su sonrisa de oreja a oreja. Y todos quieren fotografiarse con él. Su jefa de filas autonómicas, Isabel Bonig, fue la primera, posando orgullosa y satisfecha y anunciando que la reconquista de la Comunitat Valenciana que ella preconiza empieza por el Sur. Bonig resulta muy beneficiada por la operación. Si su liderazgo estaba cuestionado en Madrid, la nueva alcaldía la consolida. Ahora el PP nacional se volcará en Alicante, con Mariano Rajoy y sus ministros viajando y anunciando inversiones y mejoras. Queda un año para la triple convocatoria electoral de 2019 y los populares necesitan recuperar terreno ante la izquierda y ante Ciudadanos, que se los come por los pies según las encuestas.

El propio nuevo alcalde ha puesto la primera piedra a favor de su renovación al anunciar que en los 12 meses que faltan de mandato intentará recuperar el proyecto de instalación de la firma sueca Ikea, a la que el tripartito ha mareado durante tres años. Es una bandera de éxito en Alicante, donde la izquierda tiene los mismos complejos que en València en relación con los proyectos singulares. Si le sale bien puede haber Barcala para rato. Al tripartito es al que le toca ahora hacérselo mirar.

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