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Profesores mediocres, colegios obsoletos

Ayer me tocó reunión en el colegio. No me gusta generalizar pero no pude evitar pensar que igual que estamos gobernados por políticos mediocres, en las escuelas también hay demasiados profesores que en realidad deberían haberse dedicado a otra cosa.

Ser profesor es una de las labores sociales de más excelencia posible y, precisamente por ello, estos deberían ser referentes auténticos y no tipos insufribles que vendan a los padres unos valores que no representan.

Además, desde que empezamos con el cansino «prusés», aquí en Cataluña algunos personajillos se han apoderado de grandes conceptos como libertad y democracia, y luego son incapaces de ponerlos en práctica en sus propias aulas.

Lo primero que debería sentir un profesor es un amor profundo y sano por su trabajo y ser consciente de la responsabilidad que entraña.

Los profesores deben pedir respeto, pero también deben ganárselo.

No puedes ser profesor si te molestan los gritos y las gamberradas.

Los niños son traviesos por naturaleza y hay que saber convencerles de que la educación vale la pena porque será en beneficio de ellos mismos. Y no domesticarlos sin más como ganado que debe pasar si o si por el aro.

Sólo unos pocos profesores han nacido para tan ardua labor.

Hay que tener valores profundos y un carácter diáfano para lograr que los chicos no pierdan el interés por el aprendizaje.

Ellos te miran a los ojos y en pocos segundos deciden si quieren ser o no como tú. Y si la respuesta es negativa ya puedes cantar misa en hebreo, no te harán ni caso.

Los chicos valoran lo auténtico, la coherencia, la humanidad. Valoran a los profesores que reconocen sus propios errores, y permiten que ellos también se equivoquen para luego ayudarles a rectificar sin juicios ni etiquetas.

Si cada vez que los jóvenes manipulan o mienten nos llevamos las manos a la cabeza, mejor dedicarse a la tercera edad o a la jardinería, donde hay mucha más paz y armonía.

Claro, ahora es más difícil ganárselos porque no tienen miedo. Por eso dedicarse a la enseñanza es un reto aun mayor. Pero también es más difícil dedicarse a la medicina, a la carpintería y al arte dramático.

Y no debemos caer en creer que otros tiempos fueron mejores.

Si hoy día no tienen ese miedo a la autoridad es porque entre todos, y me refiero a la sociedad en general y a los avances de la sicología y la pedagogía moderna, hemos decidido que es mejor no perpetuar ese miedo y substituirlo por enseñar desde el estímulo positivo.

Tal vez seamos más blandos, pero también vivimos más años y tenemos muchos más conocimientos. A través de distintas experiencias se ha llegado a la conclusión de que el camino de la estimulación positiva es mucho más estimulante, integrador y productivo.

Y no comprendo por qué no se tienen en cuenta, de una vez por todas, las distintas inteligencias. Acabar con el imperio del modelo lógico-matemático y reconocer el resto de inteligencias múltiples.

Es una pena que un joven con perfil artístico se tenga que comer las matemáticas durante más de diez años y deba conformarse con la clase de plástica como única salida a sus capacidades.

Los profesores deberían ponerse en la piel de los chicos y comprender que mientras un alumno está encantado haciendo un trabajo de investigación sobre tsunamis, el otro puede preferir hacer una cabaña en el bosque. Y mi pregunta es, ¿qué hay de malo en ello?

Muchos de los actuales centros educativos que perpetúan el modelo lógico -matemático y no supervisan la labor de sus profesores terminan quedándose obsoletos.

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