Si Cristóbal Montoro se desmelena es que el apocalipsis se acerca. ¡Y vaya si se ha desmelenado! Montoro ha dicho que él es socialdemócrata, que los ricos se quejan mucho y que el PP tiene un problema, aunque no sea Mariano Rajoy. Pero sobre todo ha manifestado con toda claridad que España está 8 puntos por debajo de Europa en presión fiscal. Sin embargo, él, socialdemócrata que pasó por las casas del pueblo cuando era joven y tenía una hija, dice que eso le parece muy bien porque así alcanza España competitividad. Pero no tenemos que apurarnos. Montoro ha anunciado que ese mismo país que necesita ser injusto para ser competitivo y dispone de una fiscalidad tercermundista, en tres años más que pasen estará a la cabeza del mundo.

¿Tiene esto algún sentido? Sí. Un sentido que podemos llamar con toda claridad tardo-franquista. Lo vemos sobre todo cuando él, ministro durante más de una década, reconoce que los únicos que pueden echar a perder este brillante futuro son los políticos. Vemos así el grado de descomposición al que ha llegado el Gobierno: Montoro se desmarca de todos sus compañeros de Gabinete. Él no es un político. ¿Y los demás? ¿Y Rajoy? Con casi seguridad dirían lo mismo. Los otros políticos van a impedir que nos convirtamos en el país a la cabeza del mundo. Ellos son otra cosa. Y es verdad. Debemos recordar que en el Apocalipsis aparecerán novedades nunca vistas, novae novarum. El Gobierno de Rajoy es una ellas.

¿O no es una novedad cósmica el ministro Alfonso Dastis? No sabemos en verdad si es humano o androide, si tiene voz o lleva dentro un ventrílocuo, si es de carne o de cera. Solo sabemos que en la mayor crisis de la España contemporánea, con el prestigio europeo por los suelos y Carles Puigdemont ganando la batalla, este ministro de Asuntos Exteriores parece un agente de seguros. No suelta ni prenda, y sólo habla delante de su abogado. Jamás ha tenido España un ministro de Asuntos Exteriores tan inepto justo en el momento en que más se necesita defender el prestigio del país. Esto sucede cuando la forma de elegir a los servidores públicos es la desnuda amistad y cuando ésta, para ejercerse, exige que los amigos estén conformados con el mismo patrón existencial que el jefe. ¿Hay otro criterio para que Rajoy haya elegido a Dastis excepto por ser tan gris como él? ¿Y con qué criterio elige Dastis a sus embajadores, y entre ellos a la señora que ocupa la embajada central de Alemania?

Si todo esto es de otra manera, que se lo pregunten a José Manuel García Margallo, que también anda por ahí desmelenado. En todo caso, ¿podemos imaginar una conversación entre Dastis y Montoro? Debe parecerse o bien a un guion de los hermanos Marx o a una película de cine mudo. ¿Y que tal si de vez en cuando se coordinaran los dos con Rafael Catalá? Quizá así podrían desplegar una política coherente respecto de los jueces alemanes. Si estos reclaman pruebas de que ha habido malversación, para dejar claro que hacen todos los esfuerzos para no afrentar a España y para entregar a Puigdemont, he aquí que Montoro (ya saben, España no estará en la cima del mundo por los políticos) asegura que no pudo haber malversación porque él estaba vigilando. En realidad esa la cuestión: o el 155, o malversación. Las dos cosas, es complicado. Menos mal que Montoro ofrece una salida airosa a los jueces alemanes: ¡que lo extraditen por haber alquilado un polideportivo!

Aquí, García Margallo le echa una mano: ¡deben extraditarlo porque Puigdemont ha hecho lo mismo que Hitler en 1934! Sigamos haciendo amigos, que así pronto estaremos en la cima del mundo. Que el PP se descompone, no solo lo reconocemos por estos acontecimientos, que cualquier observador imparcial ha de considerar cercanos al Juicio Final. Lo sabemos también por la manera en que Cristina Cifuentes se defiende al frente de la Comunidad de Madrid, sin que nadie tenga las agallas para decirle que ya está muerta. Su denuncia contra Esperanza Aguirre por la Ciudad de la Justicia se parece como dos gotas de agua a un ajuste de cuentas. De forma inmediata hemos conocido la respuesta del grupo rival. El director del instituto universitario en el que se impartió el máster presuntamente regalado a la presidenta Cifuentes, al parecer habría recibido 30.000 euros de la Comunidad de Madrid por un curso de tres días ofrecido a la propia Comunidad.

Por fin comenzamos a comprender la lógica de las cosas y entendemos de qué va este asunto. Tres días, treinta mil euros. Tres días, un máster. Este intercambio cabalístico de bienes y servicios parece de lo más equilibrado. ¿Cómo se va a mantener todo esto en pie? ¿Qué lo sostiene? Lo que comenzó con el tamayazo, ¿cómo iba a abandonar la lógica fundacional? Alfanhuí dijo una vez que las cosas deben ser recordadas en las mismas situaciones en que sucedieron. Las que acontecieron bajo la lluvia, o traídas por el aire de primavera, o derretidas bajo el sol plomizo, cada una debe ser recordada igual. En política, cada hecho debe repetir el momento constituyente. El dominio de dos décadas del PP comenzó con la compra de votos de parlamentarios. No podía seguir más que bajo la constelación perenne de la podredumbre.

Debemos aprender esa lección. La democracia española tuvo pocos reflejos cuando dejó pasar el tamayazo sin investigar, cuando debía haber movilizado una legión de fiscales. Entonces alguien se burló allí de la ciudadanía de un modo tal que se tenía que haber previsto este final de fiesta. Lo que ha sucedido en Alicante hace unos días tampoco pinta bien. Estas formas de ejercer la representación deberían ser investigadas de oficio. Pues sabemos que, con el paso del tiempo, un germen de corrupción no hará sino crecer exponencialmente. La corrupción florece como la jungla, y el tiempo hace de ella una realidad selvática que se va adueñando de todo. Hasta regalar másteres. En los buenos tiempos, uno o una se marchaba a las Islas Bahamas, o algo así, y se traía un título bajo el brazo. Por menos de treinta mil euros.

Lo más probable es que la descomposición del PP no cese aquí y que continúe en proporción directa a la pérdida de su poder. Lo que eso vaya a significar para España, no lo sabemos. Por supuesto, implicará la emergencia de todo un mundillo de radicalidad ideológica y de extremismo político que hasta ahora estaba oculto bajo la disciplina del PP, que deseaba mantener la ficción de una España normalizada y europeizada. Sí, está en marcha un populismo antieuropeo, agraviado por la decisión de los jueces alemanes, excitado por el independentismo catalán, humillado por la campaña internacional de Puigdemont, y sostenido por el nuevo imaginario norteamericano. Y Cs no puede acogerlo ni integrarlo, por mucho que se ponga a la cabeza de la resistencia constitucional en Cataluña.

La batalla política del futuro será bronca y complicada, y crece conforme lo hace el ajuste de cuentas que descompone al PP. El 15M sacó a la luz todo lo que había en España de izquierdas. Muy cobarde tiene que ser quien considere esta irrupción como intimidante o preocupante para la democracia. Lo que hay en España de extrema derecha está emergiendo y es claro que no está instalada en valores y actitudes democráticas. En todo caso, la recomposición de las fuerzas políticas no ha acabado, ni siquiera en Cataluña. En realidad no ha hecho sino empezar. Quizá el PP y Rajoy estén haciendo algo bueno: no derrumbarse estrepitosamente, permitiendo que el mapa político español se torne apocalíptico sólo poco a poco. Aquí la Escritura no se cumple. Los días del final no se acortan. Salvo que Montoro se desmelene todavía más.