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Notas de primavera

Viene demostrándose de manera escandalosa la verdadera naturaleza de los políticos españoles. Y que nadie me diga que el escándalo solo se aplica, en puridad, a unas cuantas manzanas podridas porque el resto de los que hemos elegido nada tienen que ver con tanta corrupción. Pues sí que tienen que ver: están ahí, se sientan al lado de los bandidos, no hacen nada para librarnos de ellos (o todo lo más, tuercen el gesto en las reuniones internas), y quieren hacernos creer que el mundo de la política es así. Será aquí.

El mundo de la política tiene otros problemas añadidos. Se exige a los principales políticos una titulación universitaria para que puedan representar al pueblo con poso y mesura, haciendo un trabajo basado en la seriedad que da el paso por la universidad. De ahí nace una falsa titulitis que consiste en ponerse en la solapa licenciaturas como quien se cuelga medallas. Aunque sean mentira. Es el caso de Cristina Cifuentes, de Pablo Casado, el pillín, y de tantos otros del arco parlamentario. Y como nadie habla idiomas en este país nuestro, o solo gesticulan como Mariano Rajoy, se inventan conocimientos de lenguas que no tienen (como aquel juez que pretendió dar el salto a un tribunal europeo, alegó inglés y francés y resultó luego que no entendía ni papa de uno u otro). Y además se escudan o los escudan sus jefes en que una licenciatura y no digamos un doctorado los prepara para un alto cargo cualquiera. Mi padre fue condecorado en una ocasión con la gran cruz al mérito agrícola y nunca fue capaz de distinguir una patata de un geranio. Menos mal que no lo hicieron ministro del ramo. Pues ahora, un abogado del Estado puede acabar siendo ministro de obras públicas aunque no sepa nada de la construcción de carreteras. Se le supone capacidad técnica más que suficiente. Es doctor, tiene que ser bueno. Pues no.

En vista de lo cual, presento mi candidatura a un ministerio cualquiera: soy abogado, diplomático (jubilado, por tanto con experiencia) hablo cuatro idiomas, escribo novelas y he ganado premios. Ahora que lo pienso, me parece que doy el perfil para ser presidente del Gobierno.

La primavera nos trae aires de libertad en Cuba. La gente de allá no se lo acaba de creer (y con el ejemplo que les damos desde aquí, a lo mejor hacen bien). ¿Quién es este nuevo presidente, Miguel Díaz-Canel? Hombre de la nomenclatura, no iban a designar a un demócrata liberal, hereda todos los vicios de los 60 años anteriores ¿Con intención del atado y bien atado, la continuidad? ¿O con propósito de ir cambiando las cosas? ¿Es Luis Carrero Blanco o Adolfo Suárez? El tiempo de la historia es irresistible y creo que, como sucedió aquí, los jóvenes barrerán las estructuras anquilosadas. Vivir para ver. Deseo ardientemente que Donald Trump no haga tonterías y fuerce a los cubanos a enrocarse.

Una teoría, probablemente indemostrable, en esto del fútbol. De los tres grandes equipos de la liga española (por cierto, si tan poco les gusta a los aficionados culés que su equipo juegue en España, ¿por qué sigue jugando?), el único entrenador de verdad es el Cholo Simeone. Los otros dos no entrenan ni tienen un esquema o un plan verdaderamente innovador. Ambos son herederos de genios pasados: el del Barça, de Cruyff y de Guardiola; el del Real Madrid? Dios mío, ha tenido tantos que uno no sabe a qué carta quedarse: 13 ó 14 en los últimos veinte años. Me parece que el único que señaló el camino y montó unas estructuras inteligentes y precisas fue Vicente del Bosque; lo echaron por poco glamuroso y acabó haciendo a España campeona del mundo.

En fin. Si no me hacen presidente de Cuba, soy candidato a la presidencia de la Federación Española de Fútbol. O a entrenador del Barça. Total, en ninguno de los tres casos se precisan conocimientos especiales.

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