Vamos a ver si lo hemos entendido, tenemos un Gobierno parado, pasmado, espasmódico, que no hace su trabajo. Se limita a ir de procesiones, convenciones y a defenderse de escándalos pasados y recientes. Mientras tanto, la Administración, en standby. Los presupuestos que ha elaborado el Ejecutivo son incompatibles con la matemática parlamentaria, sobre todo, porque los ha diseñado, en solitario, el ministro de Hacienda, sin proponer soluciones para los grandes problemas que nos acechan. Incorporando guiños, eso sí, por si se hubera elecciones anticipadas. Unos presupuestos que han llevado un vía crucis de ida y vuelta que demuestra la escasa solvencia de una ley de la que ni sus propios autores confían que vaya a ver la luz

Mientras tanto, se agravan los problemas sobre los que no actúa el Gobierno. La cuestión catalana parece que no vaya con el Ejecutivo, sin capacidad de respuesta, absolutamente al margen de lo que está sucediendo; da la impresión que Madrid hubiera desconectado y la nonata República Catalana estuviera vigente. En este caso, la parálisis del Gobierno está acompañada por un esperpento mayúsculo: los catalanes han elegido un Parlament incapaz de nombrar Govern. Ahí la inacción ya es superlativa.

Ante la situación descrita, alguien tendría que mover ficha y hacerlo sin mirar al tablero electoral. Parece que todos y cada uno de los protagonistas de la política española piensan, exclusivamente, en las supuestas elecciones, que siempre penden como una terrible amenaza. A partir de ahí, lo que viene ocurriendo es algo bastante sencillo: si los políticos no realizan su trabajo, van a ser otros los que asuman esa tarea. Como estamos comprobando que se está produciendo en determinadas parcelas de la vida pública.

Posiblemente sean indispensables unas elecciones para salir de esta situación y a partir de ahí, grandeza de miras, actuar en clave de aquello que necesitan, realmente, los ciudadanos. Dejar de pensar en asaltar los cielos, conformarnos con resolver los problemas cotidianos, que no son pocos, y no perder más tiempo en ditirambos propios y escarnecimientos ajenos.