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Balas de tinta

De sentido común es que cuando alguien entiende que ha ofendido a otra persona y quiere poder reconciliarse con ella, lo primero que debe hacer es admitir la ofensa que ha infligido, el daño causado, sin excusas, y pedir perdón sin condiciones. Lamentablemente, en el comunicado de ETA no se cumple ninguna de estas premisas.

Así es como se entiende la última declaración emitida por ETA el pasado 8 de abril, un comunicado esperado pero que para el resto de ciudadanos poco vino a reconocer, ni a declarar, ni mucho menos, a pedir perdón. En esta declaración, ETA nos convierte nuevamente en sus víctimas, utilizando balas de tinta, porque en esta ocasión sus proyectiles son la tinta de dicha declaración.

Lo primero que sorprende es el hecho de dirigirse al pueblo vasco, como sí sólo a ellos tuvieran que dar explicaciones, como si su «conflicto», como ellos lo llaman, no lo hubieran sufrido y padecido todos los españoles. Por tanto, hay que entender que dicha declaración solamente se dirige al pueblo vasco, por tanto es una declaración que no se dirige al resto de españoles ni a las víctimas. Afirman que es sobre el daño causado, no hablan de atentados, ejecuciones, violencia callejera, no hablan de terrorismo. Afirman que el sufrimiento de «su pueblo» es anterior a ETA, y que ha continuado después de abandonar la lucha armada, que no las armas. Pero no reconocen claramente y en toda su magnitud el sufrimiento, dolor y muerte que ellos han causado en todo el Estado español. Y no reconocen tampoco que la responsabilidad de todos estos años de terrorismo es suya.

Para ellos, «las víctimas que no tenían participación directa en el conflicto» son errores o consecuencia de decisiones erróneas. Es como pretender decirle a un padre, a una madre madre o a un hijo que su familiar asesinado por ETA fue un simple error.

Pretenden considerar que el valor de una vida humana puede verse truncada por un error, cuando esto es barbarie, odio y violencia. Es olvidar y negar que una víctima lo es en el momento que alguien se atribuye el derecho a condenar y ejecutar a una persona por el mero hecho de pensar, vivir y expresarse diferente. ¿En qué momento se atribuyeron la capacidad de dictar leyes y de ejecutarlas en su criterio? ¿Quién les otorgó ese derecho? ¿Cuándo se proclamaron legítimos para ejecutar, atentar y matar según sus propias leyes? La respuesta es: nunca.

Porque actuaron al margen de la ley, al margen de la sociedad y al margen de cualquier criterio de respeto de la vida humana. Ahora nos dicen que quieren mostrar «empatía con el sufrimiento originado». No tienen que mostrar, tienen que sentir que son responsables del dolor causado. Es el único camino para llegar a reconocer la culpa y el perdón.

Lamentablemente, podemos afirmar que ETA ha vuelto a atentar contra todos, con las balas de tinta de su declaración y con su nota explicativa. Ha venido nuevamente a acusar y a condenar a la sociedad y al pueblo español, ha venido nuevamente a descargar su ira sobre todos, a burlarse de las víctimas, a considerar que hay víctimas por derecho y otras por error, a querer justificar lo que nunca podrá justificar. Porque lo primero que tiene que hacer es pedir perdón sin fisuras ni condiciones.

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