La circulación atmosférica se define como «los sistemas de vientos a escala mundial, más o menos perdurables, de la troposfera y estratosfera inferior». Estos sistemas de vientos vienen condicionados por los centros de acción, anticiclones y borrascas. El viento sale de los primeros, las altas presiones, a las segundas, las bajas. Si buscamos la definición de borrasca, encontramos una sola entrada: «perturbación atmosférica», lo que contrasta con el resultado de indagar acerca del anticiclón. «Masa atmosférica en que la presión barométrica es mucho mayor que en las áreas circundantes».

Además del mayor detalle en la definición inicial, destaca el número de entradas: anticiclón centroeuropeo, anticiclón de bloqueo, anticiclón de Hawai, antiticiclón de las Azores, antiticlón de las Bermudas, anticiclón de Santa Elena, anticiclón escandinavo, anticiclón ibérico, anticiclón siberiano y anticiclones polares oceánicos. Quitando el de bloqueo que «origina sequías severas» y al que se asocian «los inviernos secos y cálidos de la Península Ibérica», es toda una variedad geográfica. Los escandinavos, centroeuropeos y siberianos son de origen térmico y por consiguiente, invernales. El frío inhibe el ascenso del aire favoreciendo su estabilidad. Concretando, sus centros respectivos son el mar Báltico o península escandinava, la cuenca del Danubio y las proximidades del lago Baikal. Siendo potente el escandinavo, con entre 1040 y 1050 milibares en su centro, el siberiano le supera hasta los 1050 y 1055. En la cuenca del río Lena y el nordeste siberiano, deja enero con mínimas de entre -40 y -60 ºC. Hawai hace referencia al anticiclón dinámico del Pacífico Norte, mientras que Bermudas y Azores se reparten el Atlántico boreal, donde suelen unirse.