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Impunidad sexual

Como demostró la actualidad de la semana pasada, el sexo hace débiles a los poderosos, puesto que los deja desguarnecidos, a merced de espías, conspiradores y chantajistas. Ese instinto básico rompe todas las barreras del honor y del prestigio social y lo comparten desde los altos cargos en las más pomposas instituciones, pasando por los futbolistas, hasta la más salvaje manada de lobos violadores.

Si hasta ahora se podría hacer una tesis doctoral sobre cómo el género del terror en la literatura y el cine se habían ensañado con las mujeres, la televisión actual, la que se vende como más feminista con Quintana y Griso al frente, también merece un apéndice al respecto.

Antes de que se produjera la violación múltiple de Pamplona, estas televisiones enviaban a reporteros para hacer espectáculo con el magreo y las humillaciones que sufrían las mujeres por parte de los hombres cuando estaban de fiesta. La impunidad sexual se había vendido en la televisión como una cosa divertida de la tradición pamplonica. La cobertura televisiva había retroalimentado estos patrones de conducta.

Ahora, estos mismos programas se escandalizan por la sentencia judicial. Demasiado tarde. Han sembrado la duda durante dos años, entrando en matices tergiversadores y en teorías machistas, por pura voluntad de espectáculo morboso. Se ha culpabilizado a la chica por ir sola o por no resistirse a la agresión. La cultura de la violación en este país ya estaba muy normalizada, pero el reparto de tanto argumentario subliminal ha sido demoledor.

La sentencia judicial ante un caso tan grave no es más que el espejo del caldo de cultivo de dudas, suspicacias y teorías machistas asquerosas que han reforzado la telebasura durante 21 meses. La vida dotó a las personas del mismo impulso sexual que los animales para asegurar el mandato de la reproducción. Lo que nadie esperaba es que el mayor canal de difusión creado por los humanos se prestara a mitificar a las peores bestias sin alma.

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