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Milos Forman y el talento

Milos Forman fue un director de cine nacido en Cáslav, en la hoy República Checa, y autor de grandes películas como Amadeus, que narra la vida del compositor del siglo XVIII Wolfgang Amadeus Mozart, o como Alguien voló sobre el nido del cuco, en la que una institución psiquiátrica se convierte en escenario para plantear la dignidad del ser humano y la demencia como concepto, en una obra formidable en la que brilla la interpretación de un genial Jack Nicholson.

Es Amadeus una de mis películas favoritas, narrada por el intérprete que da vida al compositor italiano Antonio Salieri, a través de sus celos artísticos ante el talento de su joven contemporáneo Mozart, al quedar relegado a un segundo plano tras ser el músico más destacado en la corte del emperador José II de Austria. Se narra en la película que, enfurecido por la pérdida de protagonismo y por la envidia, la rabia y el disgusto, hará todo lo posible para arruinar la carrera de Mozart que, ajeno a las maquinaciones de aquel, asombra a todos con su genialidad como músico.

Pero acerca del talento, es lo cierto que la autodisciplina es fundamental para desarrollar el genio y superar las limitaciones, siendo precisamente el esfuerzo y la constancia la diferencia entre una persona regularmente talentosa y otra de gran ingenio que, sin embargo, apenas saca partido a su capacidad.

No es que la gente de talento tenga una especial suerte, pues sin esfuerzo sirve de poco, siendo necesario ser disciplinado física y mentalmente para desarrollarlo y saber administrar los beneficios que reporta. Para potenciar las habilidades debe aplicarse trabajo y constancia, siendo uno honesto consigo mismo. No hay que dejar que las posibles equivocadas influencias externas puedan influir, hay que pensar en positivo y fijar metas, ignorando las críticas, y procurando que las dificultades no entorpezcan el camino, pues el talento es natural y solo pide ser desarrollado para obtener los mejores resultados. Hay algo dentro de cada uno que puede ser alentado para que surjan ideas nuevas o creaciones personales, y para ello hay que dedicar el tiempo suficiente con la idea de que nada hay imposible de lograr, sino que solo importa creer en uno mismo y confiar en las posibilidades que cada cual tiene a su alcance. Para lo que es necesario el esfuerzo y la actitud adecuada, alimentando el propio talento que, si bien resulta único, personal e intransferible debe ser trabajado, dedicando el entrenamiento necesario, para poder favorecer esa cualidad que está dentro de nosotros, y que simplemente requiere el espacio de libertad y de confianza necesario para que aflore, lo cual permitirá disfrutar de cada instante, y aprovechar al máximo cada momento.

Como hago yo al revisar esa película ambientada en la Viena del siglo XVIII, cuando las riquezas y fiestas en los palacios se compaginaban con el arte de la música clásica en su máximo apogeo, y en la que la puesta en escena, el vestuario, las máscaras y las ropas dibujan un espectacular escenario para la apasionante historia de rivalidades humanas, celos, ambiciones, lucidez y talento que consagró a Milos Forman.

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